La decisión de Claudia

Todos los días me levanto con una nueva decisión definitiva que generalmente es antagónica a la anterior: Voy a tocar la cazuela vs No voy a tocar la cazuela. Hoy por ejemplo he decidido que la voy a tocar, no sé si lograré mantenerme hasta el día primero o si simplemente por aquello de que uno sí y otro no, le toque el sí al viernes y entonces la toque.

En lo que me dura el Sí caigo en otras disertaciones más profundas: ¿Tocaré la cazuela en mi casa? ¿Me voy con unos jarros para el Malecón? ¿Es una cazuela un arma blanca? ¿Es posible armar una rumbita? Lía me dice que nos vayamos para el Malecón y hagamos rumba, quizás sea la mejor opción.

Podría tocar todos los días una cazuela por Cuba, por el permiso de salida, por los presos, por el sistema y por nada, sólo para que suene bien metálico que Yo No: cualquiera y ninguna razón me parecen buenas.

Tocaré la cazuela de paso por todos mis amigos que la quisieran tocar y que no se van a atrever, la tocaré por Yoani y por Edgar, y por mí y por mis vecinos. Mientras suene desearé en secreto que la próxima convocatoria diga algo así como “Apagar la luz”, creo que puedo convencer hasta a mi madre de que apague la luz…no he logrado convencer a nadie de que toque la cazuela. Le daré duro para que haga eco y lamentaré de seguro no alcanzar a oír aquélla que en algún punto de mi ciudad, también suena.

Aunque quizás me esté equivocando