Pienso en lo a mano que tienen aquellos que han hecho caso omiso del derecho a la libertad, los vericuetos legales que esa libertad deja y saben utilizar en un momento dado bien a beneficio propio o de una idea, o en contra de alguien molesto. Pienso en lo que puede ser aquel país donde una vez nací si algún día es rozada de nuevo por ese don tan disfrutable y engrandecedor pero no por ello tan apreciado y respetado. Y al mismo tiempo que digo “pienso”, me contradigo y me opongo y no quiero ni pensar las lascas que puede sacar cualquier aprovechado dados los muchos años de entrenamiento que la supervivencia bajo el comunismo les ha brindado y que para algunos ha sido sufrimiento mientras que para otros muchos ha teoría y práctica de las artes del maquillaje. Ya tenemos algunos adelantos: John John Almeida, embozándose tras una falsa apariencia de disidencia para querer salir del país; y aquel muchachito tan desprotegido que llegó un día a Madrid con ínfulas de cineasta genial, camelándose algunas madrinas francesas, para terminar demandando a una de ellas. Creo que, con un poco de suerte, yo no veré esas cosas. No veré de nuevo “otras” cosas.
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Penthouse de Heriberto
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