lunes, marzo 24, 2025

mira al enemigo con lupa antes de empezar a tirar piedras

 


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Amados,
El aforismo 157 del Oráculo Manual de Baltasar Gracián, cuyo manual se convirtió en supervivencia para los que quieren navegar el mundo sin ahogarse en las primeras impresiones, invita a mirar al enemigo con lupa antes de empezar a tirar piedras. Por supuesto, en un mundo donde todo es una farsa, lo mejor es aprender a ser astuto. Según Gracián, la clave está en ser prudente, no en ser honesto. Y no solo es cuestión de no decir lo primero que se te pase por la cabeza, sino de jugar al "yo te conozco más que tú a ti mismo". El pragmatismo está en la moda, y todo se vale si el objetivo es salir ileso.
En los tiempos de Gracián, ya existían estos tipos que se dedicaban a guardar los secretos de los poderosos. Imagínate, no solo ser el que te sabe todos los trapitos sucios, sino el que tiene el poder de hacerlos públicos o callarlos con un par de monedas. Este tipo de gente, que hoy conoceríamos como los “consejeros políticos” o “asesores estratégicos”, jugaban a ser el alma de la fiesta, pero con los secretos en la mano.
El "secretario", como se le llamaba en aquel entonces, se convirtió en el guardián de la información, y con ello asumió un papel crucial. No solo hacía su trabajo de forma discreta, sino que también se convertía en un "pícaro intelectual" que iba navegando entre engaños y manipulaciones. Vamos, que sabían cómo moverse sin mojarse.
Gracián, con su sabiduría de viejo zorro, ya predijo que este "secretario pícaro intelectual" evolucionaría a algo aún más intrigante. O sea, el que no solo guarda secretos, sino que se convierte en el maestro de las jugadas dobles. El tipo que no necesita decir una mentira directamente, sino que sabe cómo manipular las mentes con una simple palabra y un gesto, como el mago que te hace creer que la moneda desapareció solo porque te distrajo un segundo.
Y no lo dijo en cualquier parte. En su aforismo 26, Gracián fue más claro que un agua filtrada:
“Hallarle su torcedor a cada uno. Es el arte de mover voluntades; más consiste en destreza que en resolución: un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno. No hay voluntad sin especial afición, y diferentes según la variedad de los gustos. Todos son idólatras: unos de la estimación, otros del interés, y los más del deleite. La maña está en conocer estos ídolos para el motivar, conociéndole a cada uno su eficaz impulso: es como tener la llave del querer ajeno. Hase de ir al primer móvil, que no siempre es el supremo, las más veces es el ínfimo, porque son más en el mundo los desordenados que los subordinados. Hásele de prevenir el genio primero, tocarle el verbo después, cargar con la afición, que infaliblemente dará mate al albedrío.”
Traducido al cubano moderno: Conocer lo que le mueve a cada quien, ya sea la fama, la plata o el placer, es la clave para hacer lo que quieras con ellos. Si sabes cómo tocarles el punto débil, tienes el control, mi hermano. Aquí Gracián nos cuenta que la mayoría de la gente no está buscando salvar el mundo o ser moralmente correcta; están buscando lo que más les gusta. ¿A qué sabe este juego? A pura manipulación.
Lo que Gracián nos dice en su Oráculo es que para sobrevivir en este mundo hay que jugar a ser astuto, como esos políticos que te sonríen mientras te están clavando un puñal por la espalda. El arte de mover voluntades no es cosa de ser honesto o tener razón; es cuestión de saber qué le mueve a la gente, conocer sus puntos débiles y jugar con ellos.
Pero no hace falta ir muy lejos para ver cómo este "pícaro intelectual" sigue vigente. En la literatura cubana contemporánea, no es raro encontrar escritores que, bajo la apariencia de ser sinceros o de estar buscando la verdad, juegan con las expectativas de su público. Un claro ejemplo es el escritor cubano que se presenta como una figura de resistencia al régimen, pero en el fondo solo busca aumentar su visibilidad y capital simbólico en el exilio.
Estos “intelectuales” manipulan las narrativas del sufrimiento y la injusticia para crear un personaje que se vende bien en el mercado literario internacional, sin un compromiso real con la causa que aparentan defender. Son los nuevos “secretarios” de la política literaria, hábiles en mover las piezas y sacar provecho de su aparente autenticidad, mientras mantienen un pie en cada bando, como buen pícaro intelectual.
Hoy, esta dinámica se extiende incluso más allá de los libros y los discursos políticos, hacia el terreno de las redes sociales, donde los comentaristas se han convertido en los nuevos protagonistas de este juego. Bajo la fachada de un análisis aparentemente honesto, se disfrazan de expertos y jueces de la realidad, jugando con las emociones del público. A través de publicaciones y comentarios, invitan a la manipulación colectiva, a veces por intereses personales, otras por simples motivos de visibilidad.
Las redes sociales se han convertido en un escenario perfecto para que los "pícaros intelectuales" del siglo XXI ejerzan su influencia, moviendo los hilos de las masas con astutas palabras que parecen verdades absolutas. Al final, en este mundo de pantallas, no hay nada más potente que saber cómo tocar la fibra sensible de la audiencia y convertirla en marioneta de tus intereses.
Ok, todo esto lo enseñaba un tipo que escribió siglos atrás, pero sigue siendo más vigente que nunca. De hecho, si el "pícaro intelectual" de hoy estuviera leyendo a Gracián, probablemente lo usaría como su libro de cabecera. Si hay algo que no pasa de moda, es saber cómo hacer que otros hagan lo que tú quieras sin que se den cuenta.

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