lunes, marzo 17, 2025

la narrativa correcta del wokismo cubano

 


El señor Claudio Fuentes, de Estado de SATS, lleva tiempo alertando sobre un problema que muchos prefieren ignorar: el wokismo, ese nuevo dogma que se disfraza de progresismo, pero que funciona más bien como un aparato de control ideológico, ha encontrado su nicho en la resistencia cubana. Ya no se trata solo de enfrentarse al régimen, sino de esquivar a los comisarios culturales que han tomado por asalto la política, los proyectos para la democracia en Cuba y, lo más importante, el reparto de los subsidios más jugosos. Porque, claro, sin financiamiento, no hay lucha posible.
Pero si alguien pensó que este fenómeno se limitaba a las ONG y a ciertos círculos activistas, lo que pasó el sábado en Books & Books dejó claro que la literatura tampoco se salva. Ahí se presentó "Cielo raso", un libro que, más que una obra literaria, parece un manifiesto de autoafirmación para intelectuales wekistas. ¿Y quién estaba detrás de la jugada? Nada más y nada menos que Rialta, la editorial que se ha convertido en la comandancia del wokismo literario cubano.
El evento contó con la presencia de figuras clave de la intelectualidad exiliada, muchas de ellas envueltas en un aura de superioridad moral. No faltó la bendición de altos cargos académicos, como el director de investigaciones de FIU, un ferviente entusiasta de las nuevas ortodoxias culturales, de esos que, si pudieran, pondrían a Martí a firmar declaraciones de equidad de género antes de dejarlo escribir una décima.
Y, ¿qué se leyó aquella noche? Poesía, por supuesto, pero de la que busca quedar bien con todos. Versos que hablan de Cuba sin tocar nervios incómodos, que mencionan la dictadura con la delicadeza de quien no quiere perder invitaciones futuras. No se trataba de literatura de combate, sino de complacencia.
Claudio Fuentes comprendió hace rato el nuevo escenario: la lucha ya no es solo contra la dictadura, sino contra la burocratización de la disidencia. En ese club de la resistencia bienpensante, donde lo importante no es desafiar al poder, sino encajar en la narrativa correcta, él, por supuesto, no tiene cabida.




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