martes, febrero 18, 2025

Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido: LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS

 


LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS
Hemos reunido aquí, en este altar digital de Facebook, a la congregación de los deudos ilustres para despedir, con la debida solemnidad y su correspondiente dosis de postureo literario, a nuestro difunto de ocasión: Sacha, el mártir de las letras, el hombre que supo navegar entre aguas turbias sin perder ni su carisma oficialista ni sus amistades en la disidencia.
A lo largo de esta ceremonia, los dolientes se han expresado en un torrente de emociones para poner en escena una opera teatrar estilo isabelina. Unos lloran con discreción, otros con histrionismo, y los más astutos aprovechan la oportunidad para ajustar cuentas de última hora o soltar una lección de filosofía social. Que nadie diga que los cubanos desaprovechan la ocasión para soltar su monólogo.
ACTO I: EL PRÓLOGO DE LOS LAMENTOS
Sindo “Chivo” Pacheco, con la misma expresión que un presentador de noticiero a las 7 de la noche, abre la ceremonia con su emotiva reflexión: —De tranca. Buenas fotos para la historia. Gracias.
Y ahí lo tenemos: la elocuencia no hace falta cuando la tragedia ya habla por sí sola. ¿Qué más decir sobre Sacha que no haya sido ya dicho, no? ¡Ay, por favor!
Luego, Luis “Gato” Cino Álvarez, en un prodigio de equilibrio diplomático que ni el mismo Kofi Annan hubiera alcanzado, nos deja su testimonio, que no tiene desperdicio: —Lo conocí y hablamos muchas veces sobre rock y literatura. Sería oficialista, pero buena persona. EPD.
Ahí está, la clave del enigma: el oficialismo no le quitaba la virtud personal, porque a veces uno puede ser un desastre político y seguir siendo una persona decente, ¿o no?
Pero, claro, no todos se conforman con tan poco. Wilfredo “Búho” Cancio Isla, totalmente enardecido y con aires de sociólogo de la Cuba Profunda, se manda un discurso digno de tesis doctoral. Ahí va: —Es que eso creo que no se acaba de entender (o no se quiere entender por acá por el sur de Florida y hasta un poquito más arriba también)…
Y el hombre se lanza con todo a desentrañar la complejidad moral de la militancia partidista, lanzando una cadena de términos que bien podrían estar en una lista negra: "chivato", "arribista" y "dictadura de cerdos". Y uno se pregunta, ¿qué sería de nosotros sin la política? En esta tragicomedia, el verdadero villano no es la muerte, sino el contexto político que nos da de comer y de beber.
ACTO II: LOS RECLAMOS POST MORTEM
Entre sollozos y frases entrecortadas, una voz se alza con un reclamo que trastoca el guion preestablecido. José M. “Perro” Fernández Pequeño, con la angustia de un personaje de Dostoievski, nos grita desde el más allá: —Yo debí estar en esa foto y lo sabes.
Sí, en esta historia no basta con haber conocido al difunto; lo que realmente importa es la bendita foto del momento. ¡Que la posteridad se juegue en el encuadre y no en la memoria, amigos!
Josefina “Zorra” Ezpeleta, con una nostalgia bastante teñida de resentimiento, suelta su propia anécdota: —Yo también tengo una foto que me tomó alguien para hablar mal de mí. Ahora se lo agradezco, tengo al menos un recuerdo en foto de esa vez que en Tampa hablé con él. Nunca pensé que sería la última.
Un relato breve pero con su carga simbólica. La traición convertida en reliquia, la calumnia transformada en recuerdo. En fin, ¡qué maravilla!
Y no podía faltar el lamento místico de Gabriel “Cuervo” Cartaya, quien evoca la última reunión con un tono épico que haría llorar a cualquier persona normal: —Con la presencia amiga de Vázquez Portal, Sindo, Sacha (Pequeño acababa de salir), cómo no sentir la magia de la palabra y la risa de ese instante en que no podíamos presentir que sería la última reunión con el amigo escritor manzanillero. Hasta la eternidad, Sacha.
Porque claro, todos somos protagonistas en esta novela, incluso cuando ni nos enteramos de que estábamos en la escena final. Esta gente no tiene remedio.
ACTO III: LA RECONCILIACIÓN FINAL
Pero no todo va a ser tragedia. Algunos, en un arranque de generosidad que casi roza lo místico, aprovechan esta despedida para darse un respiro, y Alberto “Toro” Sicilia Martínez, en un momento que bien podría haber sido filmado por Hollywood, nos lanza su epifanía: —Pude despedirme, recordar tiempos hermosos y estar sobre las diferencias. De alguna manera logré dar un paso en el camino de la reconciliación que necesita nuestra nación. Gracias a la mayoría por el apoyo. Paz para mi amigo Sacha.
¡Que nunca falte el toque de redención política, hasta en los momentos más trágicos! Esas son las frases que te hacen sentir que la lucha vale la pena. Porque claro, hasta en la muerte hay que buscar el subtexto político.
Y así, entre EPD’s, lamentos, ajustes de cuentas y reflexiones filosóficas, concluimos este drama cubano en tres actos. Sacha, omnipresente en la memoria de estos dolientes digitales, habrá muerto, sí, pero su verdadero legado quedará en los comentarios de Facebook, donde la tristeza, la intriga y la vanidad compiten por el último aplauso.
P.D.: Para los que aún están sacudiéndose las lágrimas, conviene recordar que Sacha no fue precisamente un mártir de la resistencia ni un santo exiliado. No, señores, Sacha fue un agente del G2 con carné y sonrisita de burócrata, un distinguido miembro de la burguesía roja intelectual, un amante devoto de los dirigentes castristas (no en el sentido figurado, sino en el más tierno y servicial de los términos) y, sobre todo, un vividor y oportunista de manual.
Así que, mientras algunos aquí desgarran sus vestiduras en esta opereta digital, otros simplemente observan con la misma frialdad con la que él supo moverse entre privilegios, componendas y zalamerías revolucionarias. Porque en el teatro de la política cubana, siempre hay un actor que se muere en escena, pero la obra sigue igual de rancia.
Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido.

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