martes, febrero 25, 2025

"Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba"

 

El pasado sábado, en la Biblioteca Regional de Cora Way, tuvo lugar la tercera puesta en escena del libro "Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba". Un evento que, pese a ciertas fallas expositivas, logró sostenerse dentro de los parámetros de una presentación aceptable.
El presentador del libro, Roa Stuart, desplegó su acostumbrada teatralidad con una voz engolada que evocaba a Leal, pero en su versión "Andar Miami", es decir, con el tono híbrido entre la nostalgia y la impostación que ya es marca registrada. En su intervención, fiel a su estilo, lanzó loas sin medida al libro y al autor, aunque no pudo resistirse a soltar su clásica crítica de rigor contra los llamados exiliados neocastristas, esos que, según él, intentan infiltrarse en la espesura del exilio histórico con agendas turbias y afinidades cuestionables.
El contenido del libro, aunque en algunos puntos tiraba más a panfleto que a ensayo riguroso, tenía un ligero toque de "bergamota crítica" contra la "UNEAC", tanto la que opera en la isla como la que, con una habilidad camaleónica, ha encontrado su nicho en el exilio. Desde luego, siempre es curioso ver exiliados que aún conservan con orgullo su carné de membresía de esa institución, lo cual, si uno lo piensa bien, es un contrasentido monumental dentro del discurso de ruptura que tanto enarbolan.
La concurrencia en la sala fue la de siempre, sin sorpresas: los mismos rostros, los infalibles miembros del "PEN". Sin embargo, se echó en falta la presencia de escritores exiliados de otras generaciones, lo que habría aportado una mayor diversidad de perspectivas. Más previsible aún fue la ausencia del editor del libro, cuya incomparecencia no hizo sino reforzar la sospecha de que ciertas omisiones en el debate no fueron precisamente casuales. Por su parte, el autor del libro se ciñó a unos agradecimientos generales y oportunos, sin mayores aspavientos.
En términos generales, la exposición transcurrió sin sobresaltos, aunque con su cuota de emoción. Y sí, en lo esencial coincido con el argumento central del libro: la cultura cubana ha estado históricamente atravesada por una relación de dependencia con el Estado, y sus escritores, en su mayoría, han asumido esta condición con la misma naturalidad con la que uno acepta un "café de cortesía". La "UNEAC", en este sentido, es el epítome de esa subordinación, funcionando como un aparato de control ideológico disfrazado de gremio cultural. Hasta aquí, todo en orden.
La crítica del libro peca de un sesgo conveniente: es cierto que muchos escritores han dependido del subsidio estatal, pero también lo es que el editor de la obra ha sabido disfrutar de las prebendas del mismo sistema, obteniendo beneficios como si fueran contratos legítimos de trabajo. Y, sorpresa, este detalle pasó de puntillas durante la presentación. El fenómeno de los "grants" y su cómodo asidero en estos escritores como forma estatal de subsidio, ese sí quedó fuera del guion.
Dado que el libro gira en torno al quehacer del escritor cubano y su relación con las instituciones culturales, la exposición se centró principalmente en los "uneacos" de la diáspora, con una crítica feroz a su papel en la literatura y la cultura oficialista. Una observación válida, aunque incompleta.
Si se habla de "desmemoriados", si se pretende hacer un ajuste de cuentas con este fenómeno, habría que reconocer que el propio autor del libro jugó su papel en la normalización de estos vínculos dentro del exilio. Porque no se puede olvidar que, desde la tertulia que organizaba, "La otra esquina de las palabras", brindó espacio y micrófono a escritores que, pese a estar en el exilio, mantenían una relación fluida y cercana con la isla y sus instituciones culturales.
Ejemplos hay de sobra, pero me limitaré a dos nombres que ilustran el punto: el narrador "Sindo Pacheco" y la ensayista "Uva de Aragón", ambos fueron invitados y acogidos en esos espacios de debate y lectura con total naturalidad. O sea, que ahora se denuncie lo que en su momento se promovió o al menos se toleró, tiene su gracia.
Uno de los momentos más llamativos de la velada fue un desliz en la intervención de Roa Stuart, cuando hizo una referencia furtiva en un comentario a "Luis Álvarez Álvarez", "Premio Nacional de Literatura en Cuba", quien ahora reside en Brasil. Sin nombrarlo, Stuart lo dejó caer como uno de esos censores y comisarios reconvertidos que ahora buscan coquetear con el exilio, publicando en "Insulari Magazine" como quien intenta acercarse sin que se note mucho. Aunque la advertencia sobre estas maniobras de acomodamiento es pertinente, el tono inquisidor de Stuart sonó más a ajuste de cuentas personal que a denuncia objetiva. ¿Qué habrá pasado entre ellos en "Camagüey"?
En la parte final de la presentación, el autor del libro hizo una referencia que merece atención: el episodio ocurrido en "Tampa", durante la "Feria del Libro", cuando la delegación oficialista del "Ministerio de Cultura de Cuba" hizo acto de presencia de manera furtiva, pero sin mencionar nombres, como al cabecilla "Alberto Sicilia". Hasta aquí, todo bien. Pero el problema está en la manera en que el autor se atribuyó el protagonismo de la denuncia, como si él hubiera sido el héroe de la jornada.
Según su versión, él y sus colegas fueron los únicos en salir al paso a "Sacha" y su comitiva. Sin embargo, los hechos dicen otra cosa: el primero en dar la alerta y confrontar a la delegación fui yo, a través de las redes sociales, seguido posteriormente por "Ponte", quien tomó como base mi escrito. Las fuentes fidedignas confirman que la reacción del autor de "Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba" llegó con un considerable retraso, un día después de la llegada de la delegación castrista.
Algunos que estuvieron presentes aseguran que el sábado, en plena aula de presentación, el esbirro "Sacha" se sentó a escasos centímetros del autor, y este, lejos de confrontarlo con la valentía que ahora proclama, permaneció en un silencio tembloroso, sin atreverse a articular palabra.
En verdad, en verdad, la presentación tuvo sus luces y sombras: una exposición bien articulada, pero con silencios estratégicos que restaron fuerza a la denuncia. El libro, aunque con sus aciertos, arrastra las mismas contradicciones que señala, y su autor, al igual que aquellos a quienes critica, no puede eludir su propio reflejo en el espejo de la complicidad.
"Speculum tenet, sed vultum suum non videt."
Abajo, el video completo de la presentación del libro para que lo disfruten.


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