viernes, febrero 14, 2025

Geandy, Geandy PAVON el de la izquierda democrática de Nueva York

 


Geandy, Geandy... el de la izquierda democrática de Nueva York, el fotógrafo de cabecera de los capos de la intelectualidad exiliada, el artista visual que ha sabido construir un altar de luces y sombras para los rostros de siempre, esos que nunca faltan en paneles, conferencias y exposiciones. Su trabajo, tan pulcro y calculado, no solo documenta la disidencia, sino que la embalsama, la fija en un canon donde no hay espacio para lo espontáneo, lo incómodo, lo que se salga del encuadre.
Porque en el mundo de Pavón, la fotografía no es solo arte, es poder. Su lente no es inocente: selecciona con precisión quirúrgica qué nombres merecen ser amplificados y cuáles deben permanecer en los márgenes, condenados al olvido. Su postura “antitotalitaria” tiene reglas, límites bien definidos. Se puede denunciar, claro, siempre y cuando la denuncia encaje en la estética correcta, en el discurso que conviene, en la narrativa que él –y unos cuantos más– han decretado como la oficial.
Y cuando alguien se atreve a salirse del libreto, suelta la tijera. Lo comprobé en carne propia con una foto –una mala foto, ni siquiera algo que mereciera aplausos técnicos– donde aparecían algunos de los capos del exilio intelectual cubano. La publiqué sin mayor aspaviento y, de inmediato, llegó la reacción: el bloqueo. Nada de discusión, nada de argumentos, solo la censura exprés. Según él, la imagen le pertenecía, aunque no tuviera copyright.
Pero la verdadera molestia no era la cuestión legal. No, no. El problema era que la foto existiera fuera de su control, que pudiera ser vista sin la curaduría oficial, sin el marco dorado de su estética y su discurso. Ahí estaba, en un rincón de internet, sin pedir permiso, mostrando lo que no debía verse.
Este episodio es solo un ejemplo de algo más grande: la eterna paradoja del exilio cubano, donde se defiende la libertad de expresión con una mano mientras se la restringe con la otra. Porque aquí no se trata solo de qué se dice, sino de quién tiene derecho a decirlo. Y en ese juego, Pavón y otros como él se han convertido en los guardianes de la narrativa, en los administradores del quién es quién del disenso.
Yo no retiré la foto. No había razón para hacerlo. Pero más allá de este episodio menor, el asunto deja al descubierto algo fundamental: el exilio no es solo un relato de resistencia, también es un campo de batalla simbólico, donde unos pocos quieren decidir qué imágenes son legítimas y cuáles deben ser censuradas.
Y mientras Geandy sigue con su trabajo –con sus retratos calculados, con su mirada severa y su estética impecable–, el resto de nosotros seguimos preguntándonos quién cuenta la historia y quién la encuadra. Porque al final, lo que no se fotografía, lo que no se exhibe, es como si no existiera.

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