martes, febrero 25, 2025

"Cuba no existe", no existe un sujeto nacional.

 


"Cuba no existe", no existe un sujeto nacional.
Imposible hacerle el quite a la tormenta cultural que, este fin de semana, sacudió la ya siempre agitada vida intelectual del exilio en Miami. Y no, no hablo de un par de tertulias aburridas, sino de una serie de eventos en cuatro actos, cada uno más grande que el anterior, y todos ellos en una sucesión tan perfecta que casi da miedo.
Primero, la enigmática Uva la Habanera (y no, no es un nuevo cóctel, aunque lo parezca) presentó su última obra en la tertulia "El Caimán Barbudo se roba el espejo en Hialeah". ¿Y qué de esta obra? Nada muy original, solo un guiño irónico al eterno conflicto entre la apropiación y la creación. Algo así como "coger prestado" y llamarlo propio, mientras alguien de fondo te mira y dice: “No, amigo, eso ya lo vi en una película”.
Bueno, para quienes buscan algo con más punch, en la Biblioteca del Exilio Histórico —que es básicamente el lugar más enigmático de Miami para los nostálgicos del exilio— Joaquín Maravilla dio su presentación sobre su libro "Cuba, cuídate de tu propia Cuba". Un título que no grita reflexión profunda, sino ¡cuidado que te explota el cerebro! Como si, por alguna razón, esa Cuba de la que tanto se habla, y que se ha desmembrado de tantas formas, tuviera una vida propia que uno debería temer. Hay que darle crédito al tipo, sabe cómo darle una vuelta narrativa a lo que ya no tiene remedio.
Cuando pensabas que ya no podías estar más confundido, aparece el famoso evento "Viernes de Tertulia" (y si no tienes ni idea de qué es, no te preocupes, no eres el único. Ya te lo contaré más adelante).
Los eruditos Antonio y Lorente se presentaron, uno desde un rincón del planeta vía FB live, para presentar su obra "Cuba: historia y perspectivas de una escatología". Un título que, si lo piensas bien, suena como el resumen de un curso intensivo sobre todo lo que podría ir mal al intentar entender el destino de una isla atrapada en el tiempo.
Ahora, este libro es tan denso que, si no terminas con un agotamiento mental tipo maratón de 24 horas al intentar leerlo, lo más probable es que, en el mejor de los casos, termines obteniendo respuestas que, sinceramente, nunca pediste y que, de hecho, preferirías no haber escuchado nunca. Y si pensabas que el título ya te había dado una pista de lo que iba, prepárate: la conclusión que estos dos "iluminados" nos traen es de esas que hace que uno se quede boquiabierto, sin saber si reír o llorar. ¿La conclusión? Nada menos que la inexistencia de Cuba como sujeto nacional. Así, tal cual. Vamos, no se cortan un pelo. No es que Cuba no sea una nación, es que no existe como nación, nunca ha existido. Y no solo eso, sino que ni siquiera hay un sujeto nacional que se le pueda poner nombre, cara o bandera. Lo que tenemos, según estos dos filósofos del exilio, son solo ficciones, relatos y más cuentos para mantenernos ocupados en la eterna construcción de algo que, aparentemente, jamás existió.
Este punto de partida nos lanza de lleno en un desarrollo intelectual que, honestamente, hace que uno se quede mirando al techo preguntándose: "¿En serio estamos discutiendo esto? ¿De verdad?". Según estos dos eruditos, la isla nunca pudo tener una identidad nacional. Y esto no es por falta de ganas, sino porque la isla, pobrecita, llegó a este mundo tradicionalmente a la modernidad, sin una población autóctona que pudiera darle un poco de seriedad al asunto. No sé, pero ambos autores se creen étnicamente indígenas, porque los indígenas, los autóctonos, son los sujetos que nunca sobrevivieron.
El argumento es tan simple como básico: desde el principio, los habitantes de la isla han tenido que inventarse a sí mismos para crear esa cosa llamada "Cuba". Los autóctonos indígenas, los ciboneyes, no tuvieron tiempo, solo dejaron sus huellas. Ficciones, relatos, historias de aventuras y desventuras, que al final nos han hecho creer en un país que, según ellos, no es más que una narrativa inventada. Como si la historia de Cuba fuera una novela de magia, donde nada es real, pero todos nos hemos comprado la idea.
Ahora, en teoría, si la idea de estos autores era darnos una clase de ontología (¡sí, ontología, por si no te suena el término, es el estudio del ser, del existir!), uno pensaría que lo más sensato sería hacer un análisis serio sobre lo que realmente significa ser una nación. O mejor aún, reflexionar sobre lo que implica la no existencia de Cuba como sujeto nacional. Pero no. No, no. Los autores decidieron que era mucho más sencillo y atractivo soltarnos el bombazo de que "Cuba no existe" como nación, como si eso fuera la revelación más profunda del siglo XXI.
Aquí es donde se pone interesante la charla. Esto no es solo un debate académico aburrido; esto es una metapolítica disfrazada de intelectualismo barato. Esos dos genios están tan atrapados en los códigos de la metapolítica —que, por si no sabes qué es, es una política tan rebuscada que suena como si estuvieras escuchando a un político hablándote de una reforma que ni ellos mismos entienden—, que han olvidado que hasta la filosofía de Kant y Hegel son, en cierto sentido, ficciones, relatos conceptuales.
En pocas palabras, todo es un relato, todo está construido sobre algo que nos hemos inventado. Y si todo es un relato, ¿por qué no aceptar que la única forma de pensar sobre lo que entendemos como nación es justamente a través de esa ficción? Si te pones a pensar un poco, todo lo que crees que sabes sobre Cuba (y sobre el mundo en general) no es más que una historia que alguien te ha contado. Y, probablemente, ni siquiera es la verdad completa.
Para estos autores, todo esto suena tan profundo, tan filosófico, que ni se dan cuenta de la ridiculez que están promoviendo. Y lo peor de todo es que no fui el único desde afuera que lo notó. En el público, hubo un asistente (y, creo que este tipo tiene más sentido común en un minuto de conversación que todos los académicos de esa charla en toda su vida) que se atrevió a refutar sus teorías. Y, amigos, eso fue todo un espectáculo.
El hombre, de apellido Moreli, con la calma de quien ya sabe que la historia está llena de relatos inventados, les hizo ver que lo que estaban presentando no era más que un montón de metarrrañas infumables que solo un par de académicos podrían intentar vendernos como una "nueva verdad". Con varios ejemplos internacionales, el señor Moreli les acabó demostrando que lo que había sucedido en Cuba en el pasado era lo mismo que sucedía en la historia moderna de los pueblos avanzados: la sensibilidad, el amor por construir un ser nacional, una conciencia nacional entre los diferentes sujetos que llegaron a Cuba desde la emigración, chinos, africanos, españoles, jamaquinos, etcétera.
Lo que presentaron estos autores no es nada más que una versión moderna de lo que en el argot popular llamaríamos una "metatranca". ¿Qué es eso, te preguntas? Pues, ni más ni menos, una historia completamente inventada, sin ningún tipo de sustancia, pero que, con suerte, podría hacer que algún desprevenido crea que tiene algo que ver con la filosofía de alto vuelo.
Ahora, si vamos a hablar de la inexistencia de un sujeto nacional, ¿por qué no mirar ejemplos históricos más claros? Tomemos el caso de la nación alemana, por ejemplo. Durante el siglo XIX, Alemania no solo albergaba la literatura filosófica más elevada de la época, sino que, a pesar de los gigantes como Kant o Hegel, fueron los poetas quienes realmente le dieron forma al relato de la identidad nacional. ¿Y quiénes eran esos poetas?
Pues figuras como Goethe y Hölderlin, que con sus versos y tragedias, crearon una narrativa que conectaba el alma del pueblo con la tierra que habitaban. No fueron los filósofos, los ontologos, quienes definieron la nación alemana, sino los poetas quienes tejieron el relato de lo que significaba ser alemán. Y de alguna manera, esa narrativa poética fue la que permitió que un conglomerado de pequeños estados, sin una identidad homogénea al principio, llegara a ser reconocido como una nación unificada. ¿Ves la diferencia?
Aquí la "ficción" y el relato fueron fundamentales para construir lo que hoy conocemos como nación. No importa cuán filosófico suene, todo país, al final, se reduce a un relato que los ciudadanos están dispuestos a aceptar y seguir. Así que, si Cuba no tiene un sujeto nacional, no es porque no haya sido "real" nunca, sino porque tal vez nunca nos sentamos a escribir, de manera colectiva, esa narrativa que nos haga sentir que somos algo más que relatos dispersos.
Al final de la exposición, repetida por demás, lo que uno se lleva de todo esto es que, según estos autores, Cuba, tal como la entendemos, no existe, ni física ni espiritualmente. Un archipiélago sin habitantes, flotando en medio de las circunstancias del agua por todas partes. Y en lugar de reconocer que todo lo que tenemos es una ficción, se aferran a una visión tan desconectada de la realidad, que ni el más optimista de los optimistas podría pensar que tiene algún tipo de lógica. Pero, claro, esta es la cultura intelectual de Miami,
Ese espacio donde se crean relatos para justificar nuestra existencia, aunque esos relatos sean más confusos que el mismo concepto de "nación". Y ahí es donde está el truco: no se trata de encontrar respuestas, sino de fabricar narrativas que nos mantengan ocupados y, de alguna manera, creyendo que estamos siendo intelectuales. Porque, al final, el juego siempre ha sido el mismo: crear ficciones para hacernos sentir mejor con nuestras propias contradicciones.
Por supuesto, me guardo lo mejor para el final. A continuación, les dejo el video completo de la presentación del libro. Si creías que ya habías oído lo suficiente, prepárate para más. Como dijo un autor narcisista, "ha llegado a su fin la historia de la filosofía académica y empezado la historia artística del pensamiento".

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