Rafael Rojas, el insigne intelectual cubano que ha sabido encajar su figura entre las grietas de la política internacional, se alza como uno de los más prominentes capos de la literatura cubana en el exilio y la diapora. Su carrera despegó con "Tumba sin sociego", una obra que, lejos de ser una simple declaración literaria, se convirtió en un manifiesto de un tiempo y una ideología.
Rojas es como esos patriarcas de los Buendía, pero en lugar de construir un linaje, construye, cual tutor encantado de la vida, su propio séquito de jovencillos, para asegurarse de que nadie se atreva a cuestionarlo. Entre los infantes de la izquierda anticastrista de Rialta y El Estornudo, Rojas se cree el gran titiritero, moviendo los hilos de sus marionetas ideológicas, como si esas mentes jóvenes estuvieran en deuda con él por... ¿qué exactamente? Sí, por no dejar que lo critiquen.
Desde entonces, su nombre ha sido un constante fixture en las páginas de los periódicos de la izquierda europea, como El País o La Razón en Mexico, donde ha cimentado su espacio como el pensador que atraviesa las aguas turvas del conflicto cubano con una precisión quirúrgica, pero siempre con la mirada puesta en la pesca mayor: el poder, ese que se esconde tras el velo de las palabras y las causas justas.
Desde que Trump asumió la presidencia, parece que Rafael Rojas se ha convertido en el guardián del pensamiento anti-Trump, dedicando su tiempo a vincular, como si de una trama conspirativa se tratara, cada noticia, cada suceso y hasta el clima, con la figura del expresidente. No importa lo que suceda en el mundo, lo importante es que, de alguna manera, siempre tiene que haber algo relacionado con Trump en el radar de Rojas. Es casi como si su existencia literaria y política dependiera de encontrar algún resquicio en el que pueda incriminar a Trump, sin la menor necesidad de hechos o pruebas. Cualquier cosa sirve, claro, siempre que esté en la misma órbita de su obsesión.
Si bien su postura, en apariencia, se disfraza de crítica moderada al régimen cubano, sus palabras no son más que el reflejo de un juego mucho más complejo, un ajedrez donde las piezas se mueven no en función de la verdad, sino de la conveniencia. A pesar de las advertencias y las denuncias, Rojas ha logrado trazar una línea que lo coloca en una zona intermedia, una especie de ambigüedad que le permite moverse entre los dos mundos, como un espía bien entrenado. En su más reciente reaparición, lo vimos en un mitin de Gustavo Petro, el líder guerrillero convertido en presidente, acompañado de una mesa de negociación plagada de figuras cuyo pasado se desangra entre las sombras de un conflicto armado.
Su visión de la política cubana, sin embargo, dista mucho de ser la de un hombre de acción o de un revolucionario comprometido con las ideas de libertad. Más bien, Rojas es un hombre que ha aprendido a aprovechar las rendijas del sistema, un mercader de palabras que se ha hecho un hueco en la narrativa oficial, porque sabe que el exilio, con su tragedia y sus promesas de cambio, es también un terreno fértil para aquellos que buscan manipular las ideas con la misma destreza con que se manipulan los hilos de una marioneta.
Pero no todo en su biografía es tan pulido como parece. La sombra del poder sigue a Rojas como un espectro insidioso, pues detrás de su discurso, que intenta hacer equilibrio entre la crítica y la conveniencia, subyace una conexión con las élites que le permite navegar sin temor por las aguas turbias de la política internacional. Es notable que este hombre, que tanto ha hablado sobre la libertad y los derechos humanos, jamás haya sido parte activa de los movimientos que luchan dentro de Cuba, esa Cuba que, en su discurso, sigue siendo el centro de sus reflexiones. Tal vez su perspectiva sobre el conflicto cubano se ha vuelto tan distorsionada que ya no ve la realidad de la isla, sino el reflejo de lo que quisiera que fuera, o peor aún, lo que otros quieren que él vea.
A través de su inquebrantable lealtad a la corrección política, Rojas ha logrado sortear las críticas de los exiliados, incluso aquellas que cuestionan su relación con los organismos de poder que, al final, le sirven como vehículo para mantener su estatus. Su aparente desapego de la lucha interna cubana, esa lucha visceral que se libra en las calles y en las cárceles, lo coloca en una posición de confort que no cuestiona. Es una figura de la que se espera todo y, sin embargo, no ofrece nada sustancial. Solo más palabras, más vacíos, más promesas que nunca se cumplen.
Es curioso cómo se ha infiltrado en los círculos de poder, cómo ha encontrado refugio en aquellos que, a pesar de sus críticas, comparten la misma visión de una Cuba futura que, en su mirada, nunca será revolucionaria, sino una extensión de las políticas neoliberales que, de alguna manera, se han logrado imponer sobre el pueblo cubano a través de la colonización ideológica. En sus palabras, la crítica a la dictadura no se convierte en una lucha real, sino en un discurso retórico, vacío, que no pretende nada más que asegurar su lugar en la historia como el hombre que estuvo allí, pero nunca estuvo en el frente.
A medida que avanzan los años, la figura de Rojas se vuelve cada vez más enigmática. ¿Es realmente un hombre de ideas? ¿O simplemente un oportunista que ha sabido leer el juego político como pocos? La respuesta, quizás, no se encuentre en sus libros ni en sus discursos, sino en las sombras donde se teje la verdadera historia de su vida, esa que nunca será contada en los grandes medios de comunicación, esa que se guarda bajo llave en las oficinas de aquellos que lo sostienen.
En última instancia, lo que Rojas ha hecho no es más que lo que muchos otros han hecho: sobrevivir. La historia lo recordará, tal vez, no por lo que dijo, sino por lo que calló, por lo que ocultó detrás de su apariencia de intelectual comprometido con la justicia. Porque, en el fondo, su verdadero compromiso siempre ha sido con su propio poder, con su propia perpetuación en el escenario político, sin importar los sacrificios que otros, más valientes que él, han tenido que hacer en el camino.
Recio Juan Carlos
Era de esperar, es un mal de familia que solo simula la diferencia entre el estado de ánimo de sus formas de no admitir la verdadera fuente de sus pensamientos. El problema con el hombre incluso centrado en una supuesta izquierda viable es que el origen que desvirtúa el altruismo y la conformación de lo geopolítico lo convierte en un cosedor de ambigüedades, y es capaz de dejar el lado sano de la historia y de la justicia por perseguir comparativas de las acciones que no son reproducidas por esquemas fáciles de estudiar, el caso Trump es la irreverencia y el ego contra todos y cada uno de los inmorales y los idealistas sin sosiego.
Robert Lobo
Muy bien explicado. El compañero Rojas es un agente de la inteligencia cubana debidamente insertado en el mundillo intelectual latinoamericano, donde su misión al servicio de la agenda globalista internacional es obvio. Yo trabajé como fotógrafo para varias agencias de prensa cubana. Los Rojas, Fernando y Rafael, son agentes de la seguridad del estado cubana. No son los únicos.
Orlando Fernandez
Me atrevería a decir que Rafael Rojas es el Josept Fouchet al estilo cubano.
Marga: No por gusto se identifica en su espacio como Historiador internacionalista. Saliô de la isla como hermano 'de', a educar socialismo en la Universidad de Méjico y amistarse con la intelectualidad de izquierda del continente latinoamericano, fue la llave para abrir la puerta al Programa recreativo de Raûl, exportar la REVOLUCION 'revolucionando' socialismo con 'socialismo bueno o mejorado' lo mismo, pero con traspaso del poder dictatorial a los descendientes de la nomenclatura, los 'elegidos', casualmente hijos, sobrinos de la jerarquîa, actualmente y desde que dirige esto, voces ûnicas del exilio. Sus discursos en la Casa América de Madrid llenan de vergûenza a cualquier cubano que ha comido por una libreta de racionamiento, como bien dices, de historiador pasô a escribir la historia postverdad, con lîderes, financiamiento, hasta abriô la editora Rialta con chicos recién salidos de la Universidad para que borraran toda traza del exilio y le vean como futuro presidenciable, Un plan extraordinariamente macabro , fascista y sin alma, donde aplica el concepto de Ingenierîa social.... junto a su equipo. En dos décadas, solo dos, pero bien financiados y promovidos, la new disidencia de influencers y primeras planas, abismô conceptos, diluyô el ejercicio cîvico de la protesta y desapareciô opositores y cualquier voz que realmente solicitara mejorar la isla, y la vida de los cubanos.
Los grandes manipuladores apuestan por reformar el Socialismo en Cuba y Abolir el Capitalismo en USA
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