miércoles, septiembre 11, 2024

la "mala memoria"


 Por Rogelio GARCIA


Entre la "mala memoria" y la "buena memoria" transcurre el interminable drama de los cubanos que han habitado la isla desde 1959 hasta el presente. No hay forma de que el polvo rojo y amarillento del pasado se limpie del cuerpo y la escritura del cubano; parece que es un adorno perpetuo. Mientras Padilla se limitaba a una versión escueta de la historia, Cuza Males ha venido a completar el trabajo, porque, por supuesto, la verdad siempre necesita un toque final. Este esfuerzo de completar la verdad está tan ausente en la memoria colectiva que podríamos llamarlo olvido ex professo, una amnesia cuidadosamente diseñada.
¿Quién querría recordar las verdades incómodas, los hechos intrigantes, o los beneficios corrompidos por medidas políticas inventadas para el deleite de unos pocos? El salto hacia el presente es tan traumático como un desfile de carnaval: una pantomima grotesca del pasado que preferimos no mencionar.
Recientemente, alguien me envió por messenger una polémica que pretende arrojar luz sobre la compleja red de la mala memoria.
En esta trama, el señor escritor Fernández Pequeño se erige como el paladín de la buena memoria al recordar el tristemente célebre libro ideológico del afamado Mario Benedetti. El libro, que se difundió como la última moda en la Cuba de los años 70 fue el equivalente literario a una máquina de propaganda ideológica. Benedetti, disfrutando de un exilio dorado en el paraíso comunista cubano, contribuyó con su obra a la misma narrativa que, en muchos casos, se ha convertido en un símbolo de la distorsión histórica y la manipulación cultural.
Fernández Pequeño, en su comentario, nos invita a rememorar un texto que, según él, se encontraba en todas partes debido a su rol como contrapunto ideológico a la primera edición de Calibán, de Fernández Retamar. La ironía aquí es palpable: Pequeño, quien jugó un papel destacado en la política cultural revolucionaria como presidente de la FEU en la Universidad de Oriente y más tarde en la Casa del Caribe como secretario del PCC, es quien ahora nos solicita recordar un texto que él mismo contribuyó a enmascarar y manipular. La solicitud de Pequeño no es simplemente un ejercicio de memoria; es un guiño a su propio pasado, una manera de legitimar su papel y sus decisiones dentro de un sistema que él mismo ayudó a perpetuar.
Las intrigas, como bien sabemos, son una constante en la historia de la política cultural. El rol de Fernández Pequeño como manipulador de la narrativa y de Benedetti como un ícono del exilio ideológico subraya un hecho ineludible: ambos compartieron una visión de la política cultural que no solo buscaba imponer una narrativa, sino que también servía para mantener a raya cualquier forma de disidencia o crítica. Su trabajo, lejos de ser una búsqueda sincera de la verdad, fue una danza cuidadosamente coreografiada para asegurar que la historia que se contara fuese aquella que mejor sirviera a sus intereses y a los del régimen que los respaldaba.
Así que, ¿cuál es la gran diferencia entre Benedetti y Pequeño? En esencia, ninguna. Ambos se desempeñaron como caudillos sancho-panza en la política cultural revolucionaria, actuando como educadores y manipuladores de la más fina estampa. Su habilidad para moldear y controlar la narrativa histórica revela que, a pesar de las apariencias, sus objetivos y métodos eran sorprendentemente similares. Al final, no es sorprendente que ambos sean piezas de un mismo engranaje ideológico, comprometidos con el arte de la manipulación y la reescritura de la historia según sus conveniencias.
Pero, por supuesto, la mala memoria no tarda en hacer su aparición estelar. Y no es de sorprender, considerando que hace apenas unos meses, nuestro héroe tuvo la osadía de defender y apoyar el "sublime" asalto al exilio cultural llevado a cabo por el comisario Sacha. Porque, ¿qué sería de una carrera dedicada a la manipulación cultural sin un buen toque de desvergüenza, verdad?
"Quod scripsi, scripsi.."



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