domingo, septiembre 22, 2024

La idiotez tiene un nombre, y se llama Greta Thunberg.

 



La idiotez tiene un nombre, y se llama Greta Thunberg. En Suecia, su país natal, mucha gente la detesta, la considera una niña malcriada y manipulada por sus padres para complacer a la izquierda. He conversado con varias personas en diferentes centros de trabajo y nadie se la traga. Han querido vender su imagen como símbolo de una juventud hastiada. La realidad es que nunca ha pasado trabajo, no conoce el hambre ni la necesidad, apoya a Palestina sin liderar una delegación que vaya a dormir a Gaza, dice defender el medioambiente y viaja en avión. El circo de la izquierda tiene función permanente con este personaje. Greta debió haber nacido en Cuba, y debería vivir allí para siempre, entre colas, apagones y escasez. Greta debería ser una regulada por el régimen, incapaz de salir de su país, o acosada por la policía política. Greta debería caminar durante horas a falta de transporte público, o quedarse sin desayunar o almorzar. Greta no merece siquiera, aunque nació en Suecia, portar la nacionalidad de un gran país. Greta debería tener un solo par de zapatos, un solo uniforme escolar, y se le debería obligar a alabar a Fidel Castro a diario. Greta, en Cuba, jamás podría siquiera pensar en formar una huelga o en tener uno de sus constantes ataquitos. A Greta le preguntas sobre la historia real del socialismo y del comunismo y capaz que saque de referencia al asesino de Fidel Castro y a la hiena del Che Guevara.

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