martes, abril 23, 2024

Gabriel García Márquez, el espía de Fidel Castro en México.

 



#EstampasDeMiCuba - Gabriel García Márquez, el espía de Fidel Castro en México. El Premio Nobel y sus contactos en ese país fueron vigilados por la inteligencia local durante casi 20 años, según varios documentos desclasificados. La Dirección Nacional de Seguridad (DNS), el servicio de espionaje político del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó 71 años seguidos en México, mantuvo estrecha vigilancia sobre el Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez durante casi 20 años. Mientras existió esa entidad de espionaje, no perdió ni un paso al autor de Cien años de soledad, a quien consideraba un «agente de propaganda procubana y soviética». García Márquez fue vigilado en su país de adopción, al igual que quienes visitaban la casa del novelista en México; entre ellos, el entonces secretario general del Partido Comunista chileno y el consejero político de la Embajada de La Habana en ese país. La mayor preocupación del DNS con el escritor era su relación de amistad con el esperpento de Fidel Castro y con el resto de gobiernos y guerrillas asociados a la izquierda de la región. De ahí que lo vigilasen desde finales de la década de 1960, cuando el autor fijó su residencia en México, hasta 1985, último año de funcionamiento de la DNS. En el expediente que el aparato de inteligencia tenía sobre el colombiano consta el seguimiento personal en actos públicos y reuniones de carácter privado, así como fotografías de las personas que visitaban su casa y un minucioso registro de sus viajes a Cuba a partir de 1975. La relación de García Márquez con el régimen de Castro se inició en enero de 1959, cuando pasó seis meses en la Isla como corresponsal de Prensa Latina, aunque se habría desencantado con el proceso político en marcha y en 1967 decidió radicarse en Barcelona. Sin embargo, la caída de Salvador Allende en 1973 había despertado en el escritor la necesidad de acercarse nuevamente a La Habana bajo la intención de reactivar su periodismo militante. El expediente recoge además la cesión a La Habana en 1982 de los derechos de su libro Crónica de una muerte anunciada, salido un año antes. La Fundación Habeas, iniciativa del propio García Márquez, tenía como objetivo proteger, apoyar económica y legalmente a las personas con ideología marxista-leninista que, por su participación en grupos guerrilleros y terroristas, se escudan bajo el concepto de perseguidos políticos. En 1955, García Márquez militó unos pocos meses en una célula del Partido Comunista colombiano, pero se largó de ella. Su quizás más enconado y reconocido detractor, el peruano Mario Vargas Llosa, le tildó de «lacayo» de Castro en 1976, después de que el colombiano escribiera, bajo supervisión del dictador cubano, 'Operación Carlota: Cuba en Angola'. Dos años después, García Márquez declaró que su adhesión al régimen cubano era similar al catolicismo, «una Comunión con los Santos». Cuando Fidel Castro cumplió 61 años, quien ya era su íntimo amigo publicó un perfil que refleja con claridad lo que el Premio Nobel sentía hacia el déspota. Una baba melosa hacia el dictador cubano: «Da la impresión de que nada le divierte tanto como mostrar su cara verdadera a quienes llegan preparados por la propaganda enemiga para encontrarse con un caudillo bárbaro. Él les canta las verdades, y soporta muy bien que se las canten a él», rezaba uno de los párrafos. «Pero lo más lamentable, tanto para Fidel Castro como para sus oyentes», seguía narrando, «es que aun los periodistas mejores, sobre todo los europeos, no tienen ni siquiera la curiosidad de confrontar sus cuestionarios con la realidad de la calle. Anhelan el trofeo de la entrevista con preguntas que llevan escritas de acuerdo con las obsesiones políticas y los prejuicios culturales de sus países, sin tomarse el trabajo de averiguar por sí mismos cómo es en realidad la Cuba de hoy». Mientras el escritor disfrutaba con sus invitados de buena comida, el pueblo cubano seguía sometido a la cartilla de racionamiento impuesta desde 1962. Entre las contribuciones que ha hecho al régimen, al margen de presentar a su líder como un demócrata cualquiera, cabría mencionar dos: a) cuando ignoró e incluso justificó la ejecución de cuatro exoficiales cubanos, uno de ellos, Antonio de la Guardia, íntimo amigo suyo, acusados, como tantos otros opositores, de traición a la patria; b) la creación de la Fundación para el Nuevo Cine Latinoamericano, una máquina propagandística muy beneficiosa para el régimen. Muchos siguen preguntándose por qué Gabo ignoró los crímenes y defendió la causa de Fidel Castro.

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