27 de febrero de 2005, alfombra roja de los premios Oscar, Hollywood, Estados Unidos. El músico Carlos Santana llega vistiendo, y mostrando con orgullo, un pulóver con la imagen del asesino llamado Che Guevara. Me pregunto: ¿estaba buscando atención? ¿O era otro perfecto idiota letrin-americano? ¿Cómo es posible que una figura internacional, con todas las posibilidades de conocimiento y superación, con acceso a la información fidedigna, con un equipo de producción y asistencia, haya «obviado» un detalle tan significativo?
Carlos Santana, con ese aspecto «hippie» y a veces desaliñado, frente al Che Guevara, habría tenido que arrodillarse. Hubiera perdido, en primer lugar, su pelo largo, símbolo de «flojera revolucionaria». Le habrían arrancado la cadena del cuello y lo habrían mandado sin compasión a las UMAP en caso de no haber sido condenado a muerte.
¿Cómo se arranca esta ignorancia y este descaro global para que la gente se entere de la verdad? Y atención a esto: Carlos Santana está en todo su derecho, como hombre libre, de llevar encima lo que desee, o de creer en lo que desee, pero al menos debería tener un mínimo de respeto por las víctimas a manos del ya bien muerto y maloliente del Che. ¿Se le habría ocurrido ir a esa ceremonia con el símbolo identificativo del nazismo?
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