El arte y la literatura en Miami están de luto, o al menos eso parece. Ayer se anunció abruptamente el fallecimiento de una de las tertulias literarias más emblemáticas y longevas, como si se tratara de un pariente cercano. El desenlace se veía venir. "La otra esquina de las palabras" ha muerto, pero no su espíritu, que, según sus seguidores llorando en las redes sociales, será un impulso para nuevos proyectos, quienes ya buscan su próxima obsesión.
En un post en Facebook, donde se dio la noticia del deceso, cientos de comentarios lamentaban una gran pérdida para la cultura cubana en el exilio, como si fuera el último bastión de la civilización. Algunos, en un tono heroico, consideraron la tertulia y a su coordinador como lo mejor de lo mejor, el supremum, el ad summum, si hubiese llegado el apocalipsis y solo ellos tuvieran la llave de la salvación.
Muchos preguntaron las causas del deceso, pero aún no se tiene el informe de la necropsia del forense. Sin embargo, el rumor es que había contraído un cáncer de ideología ñángara, afectando los principios y objetivos originales por la democracia y la literatura independiente, porque hasta las tertulias literarias no están exentas de dramas políticos.
Participé allá por 2011 en un par de encuentros, muy buenos por cierto. Recuerdo la visita de un escritor cubano radicado en Francia que pronunció una perorata sobre Lezama Lima. ¡Qué tiempos aquellos!
Ahora queda una preocupación en el imaginario colectivo post mortem sobre quién asumirá la antorcha del espíritu de "La otra esquina" antes de que se apague, porque, aparentemente, la cultura cubana depende de ello.
Aspiran a tomar la antorcha la nueva casta literaria alrededor de Artefactus, el círculo de abuelos de Tinta Verde y los siete enanitos de la Casona. La competencia está reñida y, quién sabe, tal vez hasta haya un reality show para decidir al próximo gran salvador de la cultura literaria en Miami.
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