lunes, julio 22, 2024

después de que el viejo senil dimitiera, piden a gritos que la prieta se convierta en presidenta.

 


Por Rogelio Garcí

Llegan de Cuba, no por razones políticas, sino porque el estómago no entiende de ideologías. Sus maletas, repletas de premios, reconocimientos y libros de la islita, casi no cierran. Lo único que saben hacer es escribir y quejarse, dos habilidades muy útiles en el feroz mundo capitalista, donde la moledora de carne espera con los brazos abiertos.
¡Ah, el resentimiento! Esa fuerza mágica que les ayuda a flotar en un mar de adversidades, llevándolos a una vida de eternos aplastados y subyugados. Del hambre en la isla, pasan a una servidumbre paranoica, sintiéndose como desvalidos maltratados en un suelo que parece decirles: "Aquí no se escribe a tus anchas".
Y ahora, en el colmo de los colmos, después de que el viejo senil dimitiera, piden a gritos que la prieta se convierta en presidenta. "¡A gozar se ha dicho!", exclaman con ironía, como si el cambio de mando fuera la solución mágica a todos sus problemas.

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