Esa noche tuve una conversación sobre algunos momentos de la historia de escritores de peso como Lina de Feria que fue aclamada y aplaudida en una parte del exilio por lo que había sufrido y la calidad de su obra, obra valiente y perdurable que la supera, luego supimos que en un acto de miedo de mucho miedo se puso como se puso para volver a aterrizar en su isla cárcel, sin ánimo de irrespetar nada pero de ese padecimiento se puede hacer villas y castillas; hace poco supe de buena tinta que nuestro poeta Delfín Prats a quien desde muchos muros y muchos nombres se le apoyó contra el ostracismo y la manera humillante en la que sobrevivía; recuerdo a Bladimir Zamora en su gaveta ponerme un cassette con la voz de Delfín con unos poemas que ofrecían su rebeldía y rechazo, la agónica exclamación de un niño prodigio y resulta que al tomar su premio nacional de literatura merecido pero con opción al rechazo o con opción a dar una lección de que el daño y el abandono mínimo fueron injustificados, me dicen de buena tinta que no hubo nada más que cantos de aleluya, no fue ni por asomo que la falta de una coherencia le recordara que en su casa saqueada y su vida difícil, entraron muchas voces y almas caritativas. En el exilio tenemos unos cuantos ejemplos de carceleros perdonados por encarcelados ambiguos y que se molestan por cuando se los digo, y de eso se compone el prohíbo olvidar, porque hay cosas que para que sean justas y transparentes habrá que dejarlas en su desnudez, demasiadas generaciones en el cinismo de tapar con toallitas húmedas donde debe dar mucha luz solar para que la llaga se cure…koniec de una noche de verano.
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