El movimiento feminista es una creación de la izquierda resentida para generar más división y odio entre la gente. ¿A qué mujeres apoyan y qué defienden? Hacerse la víctima ante un tema tan serio como el abuso y los asesinatos de mujeres es una acción baja, mezquina y ruin. En Afganistán, a miles de kilómetros de distancia de donde nací, los talibanes han prohibido el sonido de la voz de las mujeres en público y no he visto ninguna declaración o manifestación de las feministas contra ese atropello; y peor aún, me he quedado esperando por una brigada de voluntarias que aborden diez aviones y aterricen en Kabul para gritar sin parar en nombre de todas esas a las que les han censurado la voz.
Al movimiento feminista, de manera general, lo único que le interesa es sacarse las tetas en público para satisfacer un morbo sexual porque, al parecer, nadie se las desea en privado. En Cuba, desde 1959, hubo mujeres plantadas que se opusieron al esperpento de Fidel Castro. Fueron encarceladas, torturadas, humilladas, violadas y asesinadas; y el mundo calló, incluida la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), un antro de comuñangas idiotizadas lideradas por la bruja de Vilma Espín, una burguesa que nació en cuna de oro, creció en cuna de oro y luego vivió toda su puñetera vida en cuna de oro, arrastrando en su organización a las más acérrimas y recalcitrantes del desastre de sociedad cubana.
En 2003, surgió en Cuba un grupo llamado Damas de Blanco, que reunía a esposas y otros familiares de presos políticos. Infestado o no por el G2, como ya es costumbre, muchas de esas mujeres fueron ultrajadas, arrastradas y acosadas por fuerzas del MININT; principalmente, por otras mujeres jóvenes que podrían ser hijas o sobrinas de quienes apresaban. Y el mundo calló. Cuba calló.
El movimiento feminista mundial es una gran mierda, y la gente prefiere seguir poniéndose filtros de Instagram o manifestarse con las axilas sin afeitar para protestar, por ejemplo, por el cambio climático o por el alza de los precios del metro. Pero para defender a las que son sometidas a usar un velo, a casarse con adultos asquerosos siendo menores de edad o a sufrir la mutilación genital en África la palabra feminista les queda súper grande.
Basta ya de idioteces con conceptos absurdos y tendencias digitales de que si fulanita o menganita es empoderada, o intentar cambiar las palabras porque en sus cerebros rojo aseptil o azul de metileno todo parece patriarcal o machista. Empoderada fue mi madre, que con apenas noveno grado de escolaridad me crió a mí y a mi hermana sin sentarse a esperar nada de mi padre, que siempre estuvo presente, ni andar mendigando en las redes, que trabajó toda su vida sin tanta lloradera aunque bajo la bota castrista, que se jodió la salud y siguió adelante.
Empoderadas son esas mujeres que ponen a los hijos primero y les enseñan a ser gente de bien aunque no tengan un centavo ni lleguen a la Universidad, mostrándoles que no se puede vivir envidiando a los demás ni con la ilusión de lo que no tienes.
Empoderadas son todas esas mujeres que no se prestan para el juego irritante de la izquierda y de los círculos de poder, que no necesitan un movimiento ni un grupo para sentirse femeninas, fuertes y seguras de sí mismas.
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