martes, febrero 25, 2025

PONTE LLEGA A LAS 19:00- TRACANERIA Venegas Yero

 


Mira, te lo digo claro: estos escritores cubanos de ahora no salen del "diarismo", todo lo escriben como si fuera una bitácora personal. Es como si tuvieran la obsesión de tatuarse la vida con un diario bajo el brazo. Y este poema, dedicado a mi amigo Ponte, con su aire nostálgico y su falta de cariño, le cae como anillo al dedo.
A ver, este poema es como un menú degustación de nostalgia cubana con un toque de vino blanco— un poeta de verdad no bebe cerveza, sino albariño, como si estuviera en un bar de tapas en vez de una isla que se hunde en el mar del exilio. Ponte llega puntual, con su copa en mano, y desde ahí empieza la retahíla de referencias: La Habana, provincias borradas, poetas muertos y boleros en bucle.
El poema se esfuerza tanto en ser una elegía de la patria perdida que parece un guion de película donde cada personaje entra para decir su línea melancólica y se va. Un poeta portugués por aquí, un inglés por allá, un ruso para darle dramatismo. ¿Y qué hace Ponte? Pasa lista, juega al historiador de lo que nunca ocurrió y reescribe la memoria colectiva con la misma seguridad con la que cambia una canción en la rockola.
Eso sí, entre tanta evocación, hay espacio para un par de quejas gourmet: los postres de Castilla no son dignos de su paladar, pero sí tiene espacio para una balada italiana y un bolero de La Lupe. No hay nostalgia cubana sin un poco de performance teatral.
Y al final, lo de siempre: el exilio es una herida abierta, Madrid es un escenario de paso, y la isla perdida—no la de Borges, sino la "nuestra"—es ese fantasma que nos persigue, aunque más que un país parece un pretexto para brindar. Cuando Ponte se va, caminando con prisa, el poeta nos deja con la duda existencial de si va a la Estación del Norte o sigue vagando por La Habana de su memoria.

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PONTE LLEGA A LAS 19:00
(De "Estación del Norte", Libros del Fogonero, 2024)
Puntual, albariño en mano, Ponte llega a las 19:00.
Se sienta de espaldas a Madrid y rara vez
vuelve a reparar en ella.
Puestos al día, repartidos los encargos
y servidos los abrazos,
nos alistamos para irnos a La Habana
o perdernos en una de aquellas seis provincias
que acabaron siendo borradas de los mapas.
Porque el destino,
en un principio,
siempre será aquel país
del que tanto se habla y tan poco queda.
El polvo de las ruinas acaba cayendo
sobre los versos de un poeta,
portugués posiblemente,
inglés si viene al caso,
ruso si resulta inevitable.
Pasa lista.
Alaba,
inculpa,
celebra,
condena,
rinde honores.
Pero a lo que más tiempo dedica
es a modificar el pasado,
a establecer el relato
de lo que no ocurrió,
de lo que pudo haber sido,
esa página en blanco a la que también
debemos llamar nación cubana
para no quedarnos con las manos vacías.
Se pone de pie para decir el nombre
de José Alfredo Jiménez,
quita una canción de un manotazo
y pide que la Lupe suba por fin a escena.
Entre bolero y bolero demuestra alguna tesis,
luego se queja de la pobreza
de los postres de Castilla
o canta en italiano una balada de amor.
Lola Flores puede hacerlo llorar
si promete, con Celia Cruz como testigo,
que jamás volvería.
También llora si se imagina el regreso
y cae en cuenta de que Sigfredo Ariel
no estará allí para esperarnos.
Invocamos por última vez
a la delicada isla,
no la de Borges sino la íntima,
la nuestra,
esa que por perder
acabó perdiéndonos.
Ya de madrugada,
si Elena decide cantar lo sentimental,
un vecino puede tocar
para hacernos entender la hora que es.
Llegado el momento de irse
por fin vuelve a mirar a Madrid,
lo hace como si tratara
de recordar cómo vino
a parar aquí,
cómo aprendió a orientarse
sin esa brújula que es el mar.
La mañana entonces está por llegar
y ya sabemos que, en esta ciudad,
espera hasta el último minuto
para hacerlo.
Nos asomamos a la terraza para verlo ir.
Camina de prisa,
como si siguieran esperando por él.
Siempre me queda la duda
si en verdad se dirige a la Estación del Norte
o aún va del Vedado a La Habana Vieja.
Le preguntaré eso la próxima vez,
cuando llegue puntual, albariño en mano, a las 19:00.

"Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba"

 

El pasado sábado, en la Biblioteca Regional de Cora Way, tuvo lugar la tercera puesta en escena del libro "Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba". Un evento que, pese a ciertas fallas expositivas, logró sostenerse dentro de los parámetros de una presentación aceptable.
El presentador del libro, Roa Stuart, desplegó su acostumbrada teatralidad con una voz engolada que evocaba a Leal, pero en su versión "Andar Miami", es decir, con el tono híbrido entre la nostalgia y la impostación que ya es marca registrada. En su intervención, fiel a su estilo, lanzó loas sin medida al libro y al autor, aunque no pudo resistirse a soltar su clásica crítica de rigor contra los llamados exiliados neocastristas, esos que, según él, intentan infiltrarse en la espesura del exilio histórico con agendas turbias y afinidades cuestionables.
El contenido del libro, aunque en algunos puntos tiraba más a panfleto que a ensayo riguroso, tenía un ligero toque de "bergamota crítica" contra la "UNEAC", tanto la que opera en la isla como la que, con una habilidad camaleónica, ha encontrado su nicho en el exilio. Desde luego, siempre es curioso ver exiliados que aún conservan con orgullo su carné de membresía de esa institución, lo cual, si uno lo piensa bien, es un contrasentido monumental dentro del discurso de ruptura que tanto enarbolan.
La concurrencia en la sala fue la de siempre, sin sorpresas: los mismos rostros, los infalibles miembros del "PEN". Sin embargo, se echó en falta la presencia de escritores exiliados de otras generaciones, lo que habría aportado una mayor diversidad de perspectivas. Más previsible aún fue la ausencia del editor del libro, cuya incomparecencia no hizo sino reforzar la sospecha de que ciertas omisiones en el debate no fueron precisamente casuales. Por su parte, el autor del libro se ciñó a unos agradecimientos generales y oportunos, sin mayores aspavientos.
En términos generales, la exposición transcurrió sin sobresaltos, aunque con su cuota de emoción. Y sí, en lo esencial coincido con el argumento central del libro: la cultura cubana ha estado históricamente atravesada por una relación de dependencia con el Estado, y sus escritores, en su mayoría, han asumido esta condición con la misma naturalidad con la que uno acepta un "café de cortesía". La "UNEAC", en este sentido, es el epítome de esa subordinación, funcionando como un aparato de control ideológico disfrazado de gremio cultural. Hasta aquí, todo en orden.
La crítica del libro peca de un sesgo conveniente: es cierto que muchos escritores han dependido del subsidio estatal, pero también lo es que el editor de la obra ha sabido disfrutar de las prebendas del mismo sistema, obteniendo beneficios como si fueran contratos legítimos de trabajo. Y, sorpresa, este detalle pasó de puntillas durante la presentación. El fenómeno de los "grants" y su cómodo asidero en estos escritores como forma estatal de subsidio, ese sí quedó fuera del guion.
Dado que el libro gira en torno al quehacer del escritor cubano y su relación con las instituciones culturales, la exposición se centró principalmente en los "uneacos" de la diáspora, con una crítica feroz a su papel en la literatura y la cultura oficialista. Una observación válida, aunque incompleta.
Si se habla de "desmemoriados", si se pretende hacer un ajuste de cuentas con este fenómeno, habría que reconocer que el propio autor del libro jugó su papel en la normalización de estos vínculos dentro del exilio. Porque no se puede olvidar que, desde la tertulia que organizaba, "La otra esquina de las palabras", brindó espacio y micrófono a escritores que, pese a estar en el exilio, mantenían una relación fluida y cercana con la isla y sus instituciones culturales.
Ejemplos hay de sobra, pero me limitaré a dos nombres que ilustran el punto: el narrador "Sindo Pacheco" y la ensayista "Uva de Aragón", ambos fueron invitados y acogidos en esos espacios de debate y lectura con total naturalidad. O sea, que ahora se denuncie lo que en su momento se promovió o al menos se toleró, tiene su gracia.
Uno de los momentos más llamativos de la velada fue un desliz en la intervención de Roa Stuart, cuando hizo una referencia furtiva en un comentario a "Luis Álvarez Álvarez", "Premio Nacional de Literatura en Cuba", quien ahora reside en Brasil. Sin nombrarlo, Stuart lo dejó caer como uno de esos censores y comisarios reconvertidos que ahora buscan coquetear con el exilio, publicando en "Insulari Magazine" como quien intenta acercarse sin que se note mucho. Aunque la advertencia sobre estas maniobras de acomodamiento es pertinente, el tono inquisidor de Stuart sonó más a ajuste de cuentas personal que a denuncia objetiva. ¿Qué habrá pasado entre ellos en "Camagüey"?
En la parte final de la presentación, el autor del libro hizo una referencia que merece atención: el episodio ocurrido en "Tampa", durante la "Feria del Libro", cuando la delegación oficialista del "Ministerio de Cultura de Cuba" hizo acto de presencia de manera furtiva, pero sin mencionar nombres, como al cabecilla "Alberto Sicilia". Hasta aquí, todo bien. Pero el problema está en la manera en que el autor se atribuyó el protagonismo de la denuncia, como si él hubiera sido el héroe de la jornada.
Según su versión, él y sus colegas fueron los únicos en salir al paso a "Sacha" y su comitiva. Sin embargo, los hechos dicen otra cosa: el primero en dar la alerta y confrontar a la delegación fui yo, a través de las redes sociales, seguido posteriormente por "Ponte", quien tomó como base mi escrito. Las fuentes fidedignas confirman que la reacción del autor de "Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba" llegó con un considerable retraso, un día después de la llegada de la delegación castrista.
Algunos que estuvieron presentes aseguran que el sábado, en plena aula de presentación, el esbirro "Sacha" se sentó a escasos centímetros del autor, y este, lejos de confrontarlo con la valentía que ahora proclama, permaneció en un silencio tembloroso, sin atreverse a articular palabra.
En verdad, en verdad, la presentación tuvo sus luces y sombras: una exposición bien articulada, pero con silencios estratégicos que restaron fuerza a la denuncia. El libro, aunque con sus aciertos, arrastra las mismas contradicciones que señala, y su autor, al igual que aquellos a quienes critica, no puede eludir su propio reflejo en el espejo de la complicidad.
"Speculum tenet, sed vultum suum non videt."
Abajo, el video completo de la presentación del libro para que lo disfruten.


"Cuba no existe", no existe un sujeto nacional.

 


"Cuba no existe", no existe un sujeto nacional.
Imposible hacerle el quite a la tormenta cultural que, este fin de semana, sacudió la ya siempre agitada vida intelectual del exilio en Miami. Y no, no hablo de un par de tertulias aburridas, sino de una serie de eventos en cuatro actos, cada uno más grande que el anterior, y todos ellos en una sucesión tan perfecta que casi da miedo.
Primero, la enigmática Uva la Habanera (y no, no es un nuevo cóctel, aunque lo parezca) presentó su última obra en la tertulia "El Caimán Barbudo se roba el espejo en Hialeah". ¿Y qué de esta obra? Nada muy original, solo un guiño irónico al eterno conflicto entre la apropiación y la creación. Algo así como "coger prestado" y llamarlo propio, mientras alguien de fondo te mira y dice: “No, amigo, eso ya lo vi en una película”.
Bueno, para quienes buscan algo con más punch, en la Biblioteca del Exilio Histórico —que es básicamente el lugar más enigmático de Miami para los nostálgicos del exilio— Joaquín Maravilla dio su presentación sobre su libro "Cuba, cuídate de tu propia Cuba". Un título que no grita reflexión profunda, sino ¡cuidado que te explota el cerebro! Como si, por alguna razón, esa Cuba de la que tanto se habla, y que se ha desmembrado de tantas formas, tuviera una vida propia que uno debería temer. Hay que darle crédito al tipo, sabe cómo darle una vuelta narrativa a lo que ya no tiene remedio.
Cuando pensabas que ya no podías estar más confundido, aparece el famoso evento "Viernes de Tertulia" (y si no tienes ni idea de qué es, no te preocupes, no eres el único. Ya te lo contaré más adelante).
Los eruditos Antonio y Lorente se presentaron, uno desde un rincón del planeta vía FB live, para presentar su obra "Cuba: historia y perspectivas de una escatología". Un título que, si lo piensas bien, suena como el resumen de un curso intensivo sobre todo lo que podría ir mal al intentar entender el destino de una isla atrapada en el tiempo.
Ahora, este libro es tan denso que, si no terminas con un agotamiento mental tipo maratón de 24 horas al intentar leerlo, lo más probable es que, en el mejor de los casos, termines obteniendo respuestas que, sinceramente, nunca pediste y que, de hecho, preferirías no haber escuchado nunca. Y si pensabas que el título ya te había dado una pista de lo que iba, prepárate: la conclusión que estos dos "iluminados" nos traen es de esas que hace que uno se quede boquiabierto, sin saber si reír o llorar. ¿La conclusión? Nada menos que la inexistencia de Cuba como sujeto nacional. Así, tal cual. Vamos, no se cortan un pelo. No es que Cuba no sea una nación, es que no existe como nación, nunca ha existido. Y no solo eso, sino que ni siquiera hay un sujeto nacional que se le pueda poner nombre, cara o bandera. Lo que tenemos, según estos dos filósofos del exilio, son solo ficciones, relatos y más cuentos para mantenernos ocupados en la eterna construcción de algo que, aparentemente, jamás existió.
Este punto de partida nos lanza de lleno en un desarrollo intelectual que, honestamente, hace que uno se quede mirando al techo preguntándose: "¿En serio estamos discutiendo esto? ¿De verdad?". Según estos dos eruditos, la isla nunca pudo tener una identidad nacional. Y esto no es por falta de ganas, sino porque la isla, pobrecita, llegó a este mundo tradicionalmente a la modernidad, sin una población autóctona que pudiera darle un poco de seriedad al asunto. No sé, pero ambos autores se creen étnicamente indígenas, porque los indígenas, los autóctonos, son los sujetos que nunca sobrevivieron.
El argumento es tan simple como básico: desde el principio, los habitantes de la isla han tenido que inventarse a sí mismos para crear esa cosa llamada "Cuba". Los autóctonos indígenas, los ciboneyes, no tuvieron tiempo, solo dejaron sus huellas. Ficciones, relatos, historias de aventuras y desventuras, que al final nos han hecho creer en un país que, según ellos, no es más que una narrativa inventada. Como si la historia de Cuba fuera una novela de magia, donde nada es real, pero todos nos hemos comprado la idea.
Ahora, en teoría, si la idea de estos autores era darnos una clase de ontología (¡sí, ontología, por si no te suena el término, es el estudio del ser, del existir!), uno pensaría que lo más sensato sería hacer un análisis serio sobre lo que realmente significa ser una nación. O mejor aún, reflexionar sobre lo que implica la no existencia de Cuba como sujeto nacional. Pero no. No, no. Los autores decidieron que era mucho más sencillo y atractivo soltarnos el bombazo de que "Cuba no existe" como nación, como si eso fuera la revelación más profunda del siglo XXI.
Aquí es donde se pone interesante la charla. Esto no es solo un debate académico aburrido; esto es una metapolítica disfrazada de intelectualismo barato. Esos dos genios están tan atrapados en los códigos de la metapolítica —que, por si no sabes qué es, es una política tan rebuscada que suena como si estuvieras escuchando a un político hablándote de una reforma que ni ellos mismos entienden—, que han olvidado que hasta la filosofía de Kant y Hegel son, en cierto sentido, ficciones, relatos conceptuales.
En pocas palabras, todo es un relato, todo está construido sobre algo que nos hemos inventado. Y si todo es un relato, ¿por qué no aceptar que la única forma de pensar sobre lo que entendemos como nación es justamente a través de esa ficción? Si te pones a pensar un poco, todo lo que crees que sabes sobre Cuba (y sobre el mundo en general) no es más que una historia que alguien te ha contado. Y, probablemente, ni siquiera es la verdad completa.
Para estos autores, todo esto suena tan profundo, tan filosófico, que ni se dan cuenta de la ridiculez que están promoviendo. Y lo peor de todo es que no fui el único desde afuera que lo notó. En el público, hubo un asistente (y, creo que este tipo tiene más sentido común en un minuto de conversación que todos los académicos de esa charla en toda su vida) que se atrevió a refutar sus teorías. Y, amigos, eso fue todo un espectáculo.
El hombre, de apellido Moreli, con la calma de quien ya sabe que la historia está llena de relatos inventados, les hizo ver que lo que estaban presentando no era más que un montón de metarrrañas infumables que solo un par de académicos podrían intentar vendernos como una "nueva verdad". Con varios ejemplos internacionales, el señor Moreli les acabó demostrando que lo que había sucedido en Cuba en el pasado era lo mismo que sucedía en la historia moderna de los pueblos avanzados: la sensibilidad, el amor por construir un ser nacional, una conciencia nacional entre los diferentes sujetos que llegaron a Cuba desde la emigración, chinos, africanos, españoles, jamaquinos, etcétera.
Lo que presentaron estos autores no es nada más que una versión moderna de lo que en el argot popular llamaríamos una "metatranca". ¿Qué es eso, te preguntas? Pues, ni más ni menos, una historia completamente inventada, sin ningún tipo de sustancia, pero que, con suerte, podría hacer que algún desprevenido crea que tiene algo que ver con la filosofía de alto vuelo.
Ahora, si vamos a hablar de la inexistencia de un sujeto nacional, ¿por qué no mirar ejemplos históricos más claros? Tomemos el caso de la nación alemana, por ejemplo. Durante el siglo XIX, Alemania no solo albergaba la literatura filosófica más elevada de la época, sino que, a pesar de los gigantes como Kant o Hegel, fueron los poetas quienes realmente le dieron forma al relato de la identidad nacional. ¿Y quiénes eran esos poetas?
Pues figuras como Goethe y Hölderlin, que con sus versos y tragedias, crearon una narrativa que conectaba el alma del pueblo con la tierra que habitaban. No fueron los filósofos, los ontologos, quienes definieron la nación alemana, sino los poetas quienes tejieron el relato de lo que significaba ser alemán. Y de alguna manera, esa narrativa poética fue la que permitió que un conglomerado de pequeños estados, sin una identidad homogénea al principio, llegara a ser reconocido como una nación unificada. ¿Ves la diferencia?
Aquí la "ficción" y el relato fueron fundamentales para construir lo que hoy conocemos como nación. No importa cuán filosófico suene, todo país, al final, se reduce a un relato que los ciudadanos están dispuestos a aceptar y seguir. Así que, si Cuba no tiene un sujeto nacional, no es porque no haya sido "real" nunca, sino porque tal vez nunca nos sentamos a escribir, de manera colectiva, esa narrativa que nos haga sentir que somos algo más que relatos dispersos.
Al final de la exposición, repetida por demás, lo que uno se lleva de todo esto es que, según estos autores, Cuba, tal como la entendemos, no existe, ni física ni espiritualmente. Un archipiélago sin habitantes, flotando en medio de las circunstancias del agua por todas partes. Y en lugar de reconocer que todo lo que tenemos es una ficción, se aferran a una visión tan desconectada de la realidad, que ni el más optimista de los optimistas podría pensar que tiene algún tipo de lógica. Pero, claro, esta es la cultura intelectual de Miami,
Ese espacio donde se crean relatos para justificar nuestra existencia, aunque esos relatos sean más confusos que el mismo concepto de "nación". Y ahí es donde está el truco: no se trata de encontrar respuestas, sino de fabricar narrativas que nos mantengan ocupados y, de alguna manera, creyendo que estamos siendo intelectuales. Porque, al final, el juego siempre ha sido el mismo: crear ficciones para hacernos sentir mejor con nuestras propias contradicciones.
Por supuesto, me guardo lo mejor para el final. A continuación, les dejo el video completo de la presentación del libro. Si creías que ya habías oído lo suficiente, prepárate para más. Como dijo un autor narcisista, "ha llegado a su fin la historia de la filosofía académica y empezado la historia artística del pensamiento".

jueves, febrero 20, 2025

OFICODA cubiche

 


Por El ciclon de Ovas El Hombre Invisible


Según la meticulosa investigación del gran gurú de la eficiencia, Elon Musk—quien, entre cohetes y autos eléctricos, también desenmascara redes de financiamiento—ha salido a la luz esta pirámide del poder intelectual cubano versión grant-friendly. En la cúspide, la OFICODA cubiche, esa generosa dispensadora de subsidios con el noble propósito de "democratizar" Cuba (guiño, guiño), rodeada de sus capos y su leal clientela. Un ecosistema de iluminación y progreso, donde la meritocracia brilla… por su ausencia.

USAIN
NED
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🕵️‍♂️ Capo Ponte 🕵️‍♂️ Capo Bruguera 🕵️‍♂️ Capo Rojas
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INStar Diario de Cuba Hypermedia Rialta Estornudo
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In-Cubadora ADN Yucabey Árbol Invertido
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┌─────────────┴─────────────┬─────────────┬─────────────┐
Carlos Aguilera Carlos Álvarez Norge Francis Sánchez
│ │ │
Néstor Díaz de Villegas Chaguaseda Jorge de Armas
Pardo Lazo

martes, febrero 18, 2025

Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido: LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS

 


LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS
Hemos reunido aquí, en este altar digital de Facebook, a la congregación de los deudos ilustres para despedir, con la debida solemnidad y su correspondiente dosis de postureo literario, a nuestro difunto de ocasión: Sacha, el mártir de las letras, el hombre que supo navegar entre aguas turbias sin perder ni su carisma oficialista ni sus amistades en la disidencia.
A lo largo de esta ceremonia, los dolientes se han expresado en un torrente de emociones para poner en escena una opera teatrar estilo isabelina. Unos lloran con discreción, otros con histrionismo, y los más astutos aprovechan la oportunidad para ajustar cuentas de última hora o soltar una lección de filosofía social. Que nadie diga que los cubanos desaprovechan la ocasión para soltar su monólogo.
ACTO I: EL PRÓLOGO DE LOS LAMENTOS
Sindo “Chivo” Pacheco, con la misma expresión que un presentador de noticiero a las 7 de la noche, abre la ceremonia con su emotiva reflexión: —De tranca. Buenas fotos para la historia. Gracias.
Y ahí lo tenemos: la elocuencia no hace falta cuando la tragedia ya habla por sí sola. ¿Qué más decir sobre Sacha que no haya sido ya dicho, no? ¡Ay, por favor!
Luego, Luis “Gato” Cino Álvarez, en un prodigio de equilibrio diplomático que ni el mismo Kofi Annan hubiera alcanzado, nos deja su testimonio, que no tiene desperdicio: —Lo conocí y hablamos muchas veces sobre rock y literatura. Sería oficialista, pero buena persona. EPD.
Ahí está, la clave del enigma: el oficialismo no le quitaba la virtud personal, porque a veces uno puede ser un desastre político y seguir siendo una persona decente, ¿o no?
Pero, claro, no todos se conforman con tan poco. Wilfredo “Búho” Cancio Isla, totalmente enardecido y con aires de sociólogo de la Cuba Profunda, se manda un discurso digno de tesis doctoral. Ahí va: —Es que eso creo que no se acaba de entender (o no se quiere entender por acá por el sur de Florida y hasta un poquito más arriba también)…
Y el hombre se lanza con todo a desentrañar la complejidad moral de la militancia partidista, lanzando una cadena de términos que bien podrían estar en una lista negra: "chivato", "arribista" y "dictadura de cerdos". Y uno se pregunta, ¿qué sería de nosotros sin la política? En esta tragicomedia, el verdadero villano no es la muerte, sino el contexto político que nos da de comer y de beber.
ACTO II: LOS RECLAMOS POST MORTEM
Entre sollozos y frases entrecortadas, una voz se alza con un reclamo que trastoca el guion preestablecido. José M. “Perro” Fernández Pequeño, con la angustia de un personaje de Dostoievski, nos grita desde el más allá: —Yo debí estar en esa foto y lo sabes.
Sí, en esta historia no basta con haber conocido al difunto; lo que realmente importa es la bendita foto del momento. ¡Que la posteridad se juegue en el encuadre y no en la memoria, amigos!
Josefina “Zorra” Ezpeleta, con una nostalgia bastante teñida de resentimiento, suelta su propia anécdota: —Yo también tengo una foto que me tomó alguien para hablar mal de mí. Ahora se lo agradezco, tengo al menos un recuerdo en foto de esa vez que en Tampa hablé con él. Nunca pensé que sería la última.
Un relato breve pero con su carga simbólica. La traición convertida en reliquia, la calumnia transformada en recuerdo. En fin, ¡qué maravilla!
Y no podía faltar el lamento místico de Gabriel “Cuervo” Cartaya, quien evoca la última reunión con un tono épico que haría llorar a cualquier persona normal: —Con la presencia amiga de Vázquez Portal, Sindo, Sacha (Pequeño acababa de salir), cómo no sentir la magia de la palabra y la risa de ese instante en que no podíamos presentir que sería la última reunión con el amigo escritor manzanillero. Hasta la eternidad, Sacha.
Porque claro, todos somos protagonistas en esta novela, incluso cuando ni nos enteramos de que estábamos en la escena final. Esta gente no tiene remedio.
ACTO III: LA RECONCILIACIÓN FINAL
Pero no todo va a ser tragedia. Algunos, en un arranque de generosidad que casi roza lo místico, aprovechan esta despedida para darse un respiro, y Alberto “Toro” Sicilia Martínez, en un momento que bien podría haber sido filmado por Hollywood, nos lanza su epifanía: —Pude despedirme, recordar tiempos hermosos y estar sobre las diferencias. De alguna manera logré dar un paso en el camino de la reconciliación que necesita nuestra nación. Gracias a la mayoría por el apoyo. Paz para mi amigo Sacha.
¡Que nunca falte el toque de redención política, hasta en los momentos más trágicos! Esas son las frases que te hacen sentir que la lucha vale la pena. Porque claro, hasta en la muerte hay que buscar el subtexto político.
Y así, entre EPD’s, lamentos, ajustes de cuentas y reflexiones filosóficas, concluimos este drama cubano en tres actos. Sacha, omnipresente en la memoria de estos dolientes digitales, habrá muerto, sí, pero su verdadero legado quedará en los comentarios de Facebook, donde la tristeza, la intriga y la vanidad compiten por el último aplauso.
P.D.: Para los que aún están sacudiéndose las lágrimas, conviene recordar que Sacha no fue precisamente un mártir de la resistencia ni un santo exiliado. No, señores, Sacha fue un agente del G2 con carné y sonrisita de burócrata, un distinguido miembro de la burguesía roja intelectual, un amante devoto de los dirigentes castristas (no en el sentido figurado, sino en el más tierno y servicial de los términos) y, sobre todo, un vividor y oportunista de manual.
Así que, mientras algunos aquí desgarran sus vestiduras en esta opereta digital, otros simplemente observan con la misma frialdad con la que él supo moverse entre privilegios, componendas y zalamerías revolucionarias. Porque en el teatro de la política cubana, siempre hay un actor que se muere en escena, pero la obra sigue igual de rancia.
Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido.