La gente necesita símbolos, paradigmas. Cuando no los encuentra a mano, los crea.
Se murió Pepe Mujica y una ola de dolientes arrasa Facebook.
Político honesto, hombre humilde humanista, de pueblo, representante de la “verdadera” izquierda.
Se omiten ciertos epítetos que pudieran resultar molestos.
Guerrillero, comunista, terrorista… aunque “de pura casualidad” no asesino —se defendía Mujica, exjefe militar de una columna del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
El MLN-T fue la guerrilla urbana que en las décadas de los 60 y 70 practicó asaltos, secuestros y ejecuciones en Uruguay, inspirada en la revolución cubana y la causa del socialismo.
Los tupamaros no vacilaron nunca en emplear la violencia contra un gobierno constitucional. Esa violencia condujo al golpe de Estado militar de 1973.
Mujica tenía otra opinión. Según él, había en Uruguay una “democracia enferma” que reprimía cada vez más e iba hacia una dictadura inevitable, como en el resto de la región.
Los tupamaros solo pretendían “sanar” aquella democracia en una clínica de orientación marxista.
El tratamiento sanador se administraba a tiro limpio, aunque al parecer los “jefes militares” no afinaban bien la puntería, porque Pepe juraba y perjuraba que nunca llegó a a matar a nadie. “Yo no tengo ningún asesinato —dijo—. De pura casualidad, pero no tengo ninguno”.
De pura casualidad.
Ni un heridito.
¿Mujica disparaba con balas salva?
Dios lo tenga en la gloria… ah, no, perdón: Pepe era ateo.
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