jueves, mayo 08, 2025

Felicidades a nuestra rumbera nacional, Celia Araña Cruz.

 

Amados,
¿Vieron? Casa Vacía se está llenando de oyentes o de agua… o de Colón, cuya primera nostalgia con la isla fue oír cantar los pájaros. Pero no cualquier pájaro, aquí trinan los pájaros pulperos, los que vienen con volante de encaje y pico de trovador callejero. El querido Pepeprá se lanzó con todo el atrezzo, sin miedo al empedrado. Su texto de contraportada, más que barroco o neobarroco, parece salido de una botánica de trópicos mentales: exuberante, febril, invocador. La mujer-araña canta a las orquídeas mientras le echa azúcar al poema.
No sabemos si Pepeprá chapotea en los riachos del retoricismo criollo o si simplemente decidió sembrar el jardín con flores que gritan, pájaros que bailan y octosílabos que sudan aguardiente.
Mencionar a Carpentier y a Lezama no fue gratuito, claro. Es como tocar el tambor mayor antes de que entre la comparsa. Es un acto de legitimación, de ponerse el traje de ceremonia para decir: “Yo también vengo de la tribu de los pesados”. Pero lo hace con desparpajo; no quiere ser maestro, ni discípulo. Quiere ser colega en la misma rumba del verbo.
Y ahí aparece “la maga de todos”, como tú la llamas con cariño o con ironía —no se sabe—, porque en estos bailes toda veneración es ambigua. Ella, que se burla de los almidones, es invocada para sentar cátedra… pero en chancletas, como si un pregón bastara para fundar academia. No hay problema. En este carnaval literario, las cátedras se improvisan en las esquinas, los doctorados se cantan en clave de conga, y los pájaros pulperos firman con el pico los diplomas.
¿Qué diría Borges de esta ametralladora Tonson de Pepeprá? Si nos guiáramos por la aguda sensibilidad literaria del maestro, ornitologías podría verse como una sinécdoque del lenguaje que vuela, del verbo que trina, del poema que se refugia en lo diminuto: el tintín de los tomeguines, el zunzuncito —tan erudito él— como el primer lector del cuaderno, y el jaleo pullanguero que, con su imponente sabiduría, traduce un mundo popular en una forma de saber. Aquí, ornitologías no solo sugiere un saber, sino un saber cantado, un saber que no llega de esos pesados pasillos académicos, sino del oído afinado, del cuerpo que baila, del barrio que canta.
Borges, probablemente escéptico ante tanta exuberancia tropical, podría sonreír con esa ironía que lo caracterizaba, mirando esa ornitología tan poco científica, no como un campo del saber, sino como una invención lírica del mundo, un pequeño Aleph sonoro donde todo suena, pero nada se explica. Y no olvidemos a nuestra autora, la Tojosa del Liberato, que canta a la libertad con la misma convicción con la que el Sol del batey acaricia las pieles de los esclavos en las tardes ardientes. Y en ese momento, quizás, hasta él suspendería su juicio y dejaría que el zunzuncito revoloteara, con todo su misticismo académico, por la página.
En la unidad está la fuerza… y en el panegírico, la amistad.
Felicidades a nuestra rumbera nacional, Celia Araña Cruz.

nota bene/ No te metas con las Diosas sagradas de la izquierda literaria e intelectual miamense e internacional cubana, les ha costado mucha oraciôn, alabanza de rodillas y sacrificios humanos de contemporàneas para montar al altar.... AMén! 😝

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