miércoles, octubre 02, 2024

evidente desesperación

 


por ROGELIO GARCIA

Alguien, en un acto de evidente desesperación o desvarío, me ha enviado una nota de prensa por mensajería sin una sola justificación. Presumo que es puro desconcierto, porque los escritores cubiches ya están hasta la coronilla de premios y concursos.

En esta ocasión particular, se toman la molestia de sarmonear sobre el genio de un escritor checo, como si eso fuera a cambiar algo. Hace años que las gavetas de los escritores cubanos no guardan más que cucarachas y escarabajos. Y, para colmo, aparece un señor de origen asiático, descendiente de los fundadores del querido barrio chino de La Habana, que tras saltar de país en país con su maletín lleno de papeles diasporeros, llegó a Checoslovaquia y decidió quedarse.
Lo realmente curioso es que el famoso premio de novela de gaveta resulta ser una especie de Matrix, versión tropical y literaria, cortesía de las hermanas Wachowski. Ahora el dúo dinámico que promueve el gaveteo lo hace, cómo no, para seguir animando a los escritores del archipiélago, como si eso fuera necesario.
Fuentes fidedignas, o al menos así se autoproclaman, aseguran que los editores tienen una lista bien guardada, con los nombres de los elegidos para recibir el premio año tras año. En realidad, nadie concursa. Desde que se fundó el galardón, el destino ya está sellado hasta el 2030. Muy al estilo de Matrix, claro, el "Fafka de gaveta" está bajo los férreos tentáculos de la incubadora pregense-cubiche.
Pero lo que realmente llama la atención —agárrate— es que el premio de 2024 ha sido otorgado a un viejo de casi 80 años que vive en algún rincón perdido de América del Sur: nadie sabe si su obra es una novela, un cuento, una crónica o un rejunte de correos electrónicos reveladores de la metodologia literaria. Esto, evidentemente, sólo refuerza el ceremonial de Veguita. Porque, claro, todos los que han ganado el premio tienen una deuda pendiente con el empaquetador de Publix.
En fin, este desvarío colectivo no tiene nada que ver con el legado de Kafka, cuya obra, por cierto, no tiene ni una pizca de semejanza con la esquizofrenia desenfrenada del diarielista mayor de la vanguardia literaria cubana.

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