jueves, abril 17, 2025

El semiótico Ponte

 


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Amados,
Estoy pensando —contra mi propio juicio y en plena caída del sentido— en publicar un segundo libro.
No por necesidad.
Ni por vanidad.
Sino por ese reflejo idiota del que sigue escribiendo como quien lanza piedras al agua, esperando una ola.
Reuniré las últimas operaciones escriturales. Las llamaré “obra”, aunque sé que eso ya no significa nada.
Claro, hay un obstáculo. Siempre lo hay.
Se llama dinero, la forma contemporánea de la fe.
Necesito un mecenas. Pero los mecenas ahora tienen cuenta de Instagram y pagan por likes, no por libros.
Puedo abrir un "cofarde" —es decir, un "crowdfunding", el método posmoderno de mendicidad con branding—
o, más simple, pedirles a ustedes que me den lo que puedan. Un gesto mínimo. Una transferencia. Una limosna estética.
El proyecto existe. Late. Aunque quizás sea un espasmo.
¿Leyeron "El semiótico se enfrenta a un orgasmo fingido", de José Ponte?
Claro que no. Lo leyeron, pero no lo leyeron.
Muchos comentarios. Ninguna lectura.
Coloquialismo sin barroco. Lenguaje sin metáfora. Un poema que no quiere ser leído, sino registrado.
El texto no explica, no canta, no comunica, simula.
Y lo hace bien.
Es un poema semiótico, una secuencia de signos que fingen ser un mensaje.
Una orgía de significantes sin orgasmo.
Una trampa para lectores que aún creen que leer es entender.
El semiótico no interpreta, sospecha.
El orgasmo fingido es el signo perfecto y produce efecto sin contenido.
El poema, entonces, es eso, una mímica. Una escena que excita al lector sin darle nada.
Pero el lector igual se excita. Porque está entrenado para eso. Para fingir placer ante la máquina del lenguaje.
Cada frase es un fragmento de eso que antes llamábamos mundo.
Ahora lo llamamos “discurso”.
Ejemplos:
“Coincidencia de manecillas…” —la ilusión de un tiempo común. Falso.
“We are closed / We are open” —el capitalismo posando de anfitrión.
“Garabato en los márgenes” —el único lugar donde queda algo verdadero.
“Tatuaje. Eslogan.” —identidad como auto-publicidad.
Todo simula. Nada garantiza.
Ponte lo sabe. El lector lo sospecha. Pero igual cae.
El texto no se deja leer. Te lee.
No es un mensaje. Es un espejo.
Fingimos entender.
Fingimos emocionarnos.
Fingimos que ese orgasmo fue verdadero.
Pero el texto ya nos había juzgado.
Por supuesto.
Vamos a asignar emociones a cada signo. Como si la acumulación de simulacros formara un mapa afectivo.
Y después, una instalación.
Una sala de espejos.
Un orgasmo museográfico.
Un simulacro financiado por ustedes.
¿Quieren donar?
Perfecto.
Pongan dinero en la máquina.
Hagan que el texto ocurra.
Financien la mentira.
Para eso estamos.
El arte también necesita su crowdfunding.
Hasta el simulacro necesita gasolina.

"dentro de la revolución cultural, todo; fuera de la revolución cultural, nada."

 


Amados,
Han dejado fuera a varias editoriales y proyectos culturales de la ciudad que luchan por establecerse. Dejaron fuera a la más productiva de todos los tiempos, con récord mundial, con más de 700 libros en su catálogo en menos de tres años. Dejaron fuera —no se sabe bien por qué, aunque todos lo sospechan— a proyectos de vanguardia de la cultura local con carácter universal, latinoamericano y antimperialista.
Han dejado fuera a otros, con el argumento tácito —que nunca se imprime en los programas, pero que todos conocen de memoria— de que no reúnen los “requisitos de calidad”. Han dejado fuera, en esta edición del Día Internacional del Libro, a quienes luchan con todos y para el bien de todos, bajo la consigna adaptada al momento: "dentro de la revolución cultural, todo; fuera de la revolución cultural, nada."
Y han dejado fuera, además, a los que todavía se atreven a prometer un mundo mejor, más cordial, más humano, más fraterno, incluso más risueño. A esos que creen que un evento en nombre del socialismo puede ser, efectivamente, un lugar de camaradería. ¡Ilusos! No entienden que, en Miami, el socialismo literario es una etiqueta para el afiche, no una praxis para la escena.
El 1 de mayo —día del proletariado, del socialismo—, la Feria del Libro de Miami se engalana una vez más, en los jardines del Koubek Center, para celebrar el Día Internacional del Libro. Es, sin duda, una fecha noble. Pero aquí, como ya sabemos, la nobleza no viene del linaje textual sino de la pertenencia a ciertos cenáculos.
Y estos son los que van, los van van:
Ediciones Suburbano · Cinco Books · Imago por las Artes · Revista Literaria Baquina ·
Fundación Cuatrogatos · CAAW Ediciones (Cuban Artists Around the World) · Nagari
Foundation, Inc. · Insularis Magazine y La Otra Esquina de las Palabras · Centro
Cultural Español de Cooperación Iberoamericana · Editorial El Ateje · Unos Otros Ediciones
Lecturas a cargo de:
Kelly Martínez Grandal · Silvia Royo · Claudia Noguera · Maricel Mayor Marsán · Ana
Schein · Denis Fortún Bouzo · Jhanayra Manzano · José Prats Sariol · María Marco
Villate · Elvira de las Casas · Daniel Deprophet

miércoles, abril 16, 2025

formas del mismo error: confundir la realidad con su reflejo.

 


Amados,
He leído, no sin asombro, que en cierta ciudad del exilio —llamada por sus habitantes Miami, aunque su nombre verdadero debe de ser otro, quizás un nombre africano u olvidado— la cultura ha sido tomada, no por la espada ni por la censura, sino por una forma más sutil del extravío, una voluntad de pureza cuya doctrina se llama, en esta época que no termina de comprenderse a sí misma, “lo woke”.
No es la primera vez que una palabra usurpa el lugar de una religión.
En los cafés literarios donde antes se hablaba del idioma como si fuera un puñal escondido, donde las memorias del presidio, de la balsa o del destierro llenaban el aire con su gravedad invencible, ahora se discute, con una cortesía casi ritual, sobre microagresiones, fronteras semánticas, identidades narradas y el derecho al trauma. Se habla, en suma, de todo, menos de la verdad.
Recuerdo un nombre, Radio Martí. Para algunos fue símbolo de resistencia, para otros un eco en el dial del pasado. Hoy es un escenario, sobre él se pasean, como si se tratara de los carnavales de Regla o del cabaret Tropicana, los nuevos devotos de una estética de la fragilidad. Son jóvenes, a menudo hermosos y a veces sabios, que portan consigo no libros ni argumentos, sino slogans cuidadosamente elaborados por el poder invisible del internet. Su arma no es la crítica sino la cancelación. Su dios no es la razón sino la sensibilidad.
Los he visto —o quizás los he soñado— caminar por la sede de las tertulias literarias como acuarelistas milenials cuya obra es el gesto, no la imagen. No escriben con tinta, sino con afección. No leen a Lezama ni a Martí, pero conocen de memoria los últimos premios de becas interseccionales y han memorizado el nombre de cada minoría, como si el universo pudiera dividirse en infinitas formas de desarraigo con presupuesto.
En algún punto —nadie sabría decir cuándo— la literatura dejó de ser arte para convertirse en formulario.
He asistido a una tertulia donde no se dialoga sino que se enuncia. El autor, antes figura secundaria frente a la obra, ha vuelto a ocupar el centro, no por su estilo o por su pensamiento, sino por su biografía. Todo texto es ahora autorreferencial; toda palabra, sospechosa si no pasa por el tamiz de la corrección. Uno de los presentes leyó un poema en que declaraba ser un “cuerpo racializado que habita el supermercado de Occidente”; otro habló de “descolonizar el exilio queer”. Todos aplaudieron, no al texto, sino a la persona que lo enunciaba.
No se trataba de literatura, sino de liturgia.
Los antiguos opositores al régimen castrista —cuya vida ha sido una forma de coherencia— permanecen ahora al margen de esta nueva república de los gestos. Su experiencia no encaja. No han aprendido a declinarse a sí mismos en redes ni a dividir su sufrimiento en capítulos de financiamiento. Parecen figuras arcaicas, como los poetas chinos que siguieron escribiendo en caracteres antiguos después de la reforma del mandarín.
Hay en todo esto algo de sueño. Como si una parte de la ciudad hubiese caído bajo el influjo de una secta que no busca la verdad, sino la exposición. Como si el lenguaje se hubiera cansado de significar.
Borges escribió que los espejos y la cópula multiplican al hombre. En Miami soñada por sus nietos, es la metáfora la que se ha vuelto infinita. Ya no hay hechos, sino interpretaciones. Ya no hay historia, sino identidades. Y la palabra ha dejado de ser espada para convertirse en escudo. No protege al otro, sino al yo herido.
Me pregunto si todo esto no será parte de un plan más vasto, una ironía de la historia. Tal vez la revolución —esa palabra terrible— ha cambiado de rostro. Tal vez lo que no logró el castrismo con su censura, lo estan logrando sus hijos con su sentimentalismo.
La antigua Cuba soñaba con la libertad. Esta nueva república cultural en Miami sueña con el reconocimiento.
Ambas, quizás, son formas del mismo error: confundir la realidad con su reflejo.



¿Qué pasa? ¿Por qué este tabú o excepción con la isla? @realDonaldTrump @elonmusk @cb_doge


There are sufficient grounds for an audit of the diversion of US funds to individuals, fake NGOs, dissidents and agents of the Cuban dictatorship, even academics indoctrinating at US universities. With Cuban-American politicians  accomplices, they are getting nowhere, and the shamelessness is increasing. What's going on? Why this taboo or exception with the island while the population dies of hunger and deprivation? 

Hay suficientes motivos para auditar el desvío de fondos estadounidenses a individuos, ONG falsas, disidentes y agentes de la dictadura cubana, incluso académicos que adoctrinan en universidades estadounidenses. Con la complicidad de políticos cubanoamericanos, no llegan a nada, y la desfachatez va en aumento. ¿Qué está pasando? ¿Por qué este tabú o excepción con la isla mientras la población muere de hambre y privaciones?