Por Rogelio Garc
íaNo pude asistir, pero como dicen, una imagen vale más que mil palabras, aunque en este caso, valdría más el silencio. Mucha gente, claro está, pero pocas caras que transmitieran algo parecido a la intelectualidad. Y es que ese es el drama de las tertulias cubiches en el exilio: los escritores de oficio jamás se asoman, a menos que el protagonista sea un amigo cercano. Por lo que muestran las imágenes, la muchedumbre que acudió a la presentación el viernes a la Casona del panfleto político ¡Cuba, qué linda es Cuba! parecía, francamente, desorientada, perdida en el limbo de su propia ignorancia, "ignorantia semper foeda est".
¿Dónde están los escritores de altura, aquellos que se reúnen en el autoproclamado Consulado de Escritores de Cabaiguán en Miami? ¿O los intelectuales de la tertulia "Verdolaga" de Primigenios? ¿Y qué decir de los que frecuentan la Casa de los Borrachos? ¿Dónde han quedado los brillantes escitores de la tertulia El Caimán Barbudo de la biblioteca de Hialeah? Tal vez ninguno de ellos quiere ensuciarse las manos con panfletos que mencionen a la UNEAC. Porque, a juzgar por las imágenes, un par de escritores de renombre —Prats Sariol, por ejemplo—, exmiembros de la UNEAC, estaban allí, pero guardaron un prudente silencio, "verba volant". Nadie dijo una palabra, nadie cuestionó, y todo quedó sumido en la sombra más espesa, segun algunos comentarios en las redes.
Para cerrar el convitte, el editor del libro ni siquiera apareció. Claro, vive en Alapata, un barrio donde, después de las 6 p.m., ni los gatos se atreven a salir. En fin, un evento muy concurrido, según me contó una fuente, pero sin debate, sin preguntas, sin absolutamente nada. Sobre libos que nadie lee y nadie compra.
Sic transit gloria mundi.