Según los vientos de chisme que soplan con fuerza huracanada, se anticipa una estampida esa noche en dirección a Artefactus, la nueva cueva cultural donde convergen los comuñangas deluxe del exilio cubano. Porque sí, hasta en la diáspora se cultiva con esmero un pequeño jardín de nostalgias marxistoides, bien regado por becas, editoriales bienpensantes y selfies con aire de resistencia creativa.
Se recomienda llegar antes de las 7 p. m., sobre todo si no quieres quedar fuera del casting en vivo para la próxima novela coral sobre el trauma del exilio y su terapia a través del spoken word. Recuerda: perderte esta gala es quedarte sin la oportunidad de rozar codo con la élite literaria de la corrección, los poetas "decoloniales", los influencers de la queja bien pagada y el activismo post-castrista en clave "woke".
Lo que se anuncia no es cualquier recital: será una noche legendaria, de esas que se filtran en Instagram como si fueran la revolución estética que cambiará la narrativa del Caribe, una metáfora viva entre vasos de vino y risas cultas. El invitado especial, nos advierten, es poeta y humorista. O sea, que promete dos tipos de rimas: las escritas y las involuntarias.
Ha declarado estar preparándose a conciencia para este evento trascendental —como si se tratara de una cumbre espiritual con Mayakovski reencarnado en Miami—, y repasará su obra con la celeridad de un repartidor de Amazon. Será un revival de aquella poética de los 80 y 90, cuando ser coloquial era casi sinónimo de tener carnet del Partido y una guitarra.
Atención al detalle escénico: se dice que el viernes habrá "una bienvenida a la sombra". ¿Un performance? ¿Un acto de contrición? ¿Una convocatoria al más allá del ego literario? Nadie lo sabe. Tal vez sea una metáfora. O peor: literal.
El recital arrancará con un clásico rescatado del túnel ideológico del tiempo: "Salmo Rojo", poema dedicado con fervor adolescente al V Congreso del Partido y a ese ente ubicuo llamado Fidel (año 1991, por si alguien llevaba la cuenta).
Si todo ocurre según el libreto, allí estaré. Tal vez entre los pocos que aún se ríen en voz baja. Nos vemos el viernes. Eso sí: no mires atrás, no sea que te conviertas en estatua de sal con carnet de lector.