viernes, marzo 21, 2025

CARTA ABIERTA Del Embajador Armando Valladares Al Secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América


 CARTA ABIERTA

Del Embajador Armando Valladares Al Secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América y Director Interino de USAID, el Honorable Marco Rubio () y al Director del Department of Government Efficiency (), Sr. Elon Musk (). cc:

El congresista Miguel Giménez puede meter su famosa lista de represores viviendo en Estados Unidos en el hueco de la desvergüenza


 El congresista Miguel Giménez puede meter su famosa lista de represores viviendo en Estados Unidos en el hueco de la desvergüenza, incapaz de mencionar a los descendientes de la nomenclatura e intelectuales que han totalizado el asunto #Cuba creando una festiva banderola woke.

Mejor que pida recomendaciones a Canel de los agentes a quienes desea dar vacaciones en Varadero.


HAN TOTALIZADO LA INFORMACION, impuesto la ideologîa woke, metido en la basura a los cubanos y no aparecen en la lista? pues ninguna VALIDEZ tiene poner 100 nombres, dejando las cabezas de serpiente protegidas. VERGUENZA AJENA! los cubanos no aprenden!

No hay patria sin show, ni show sin nostalgia del verdugo.

 


Amados, lo dije una vez y lo repito ahora con más convicción (como quien repite un buche amargo): el castrismo no es simplemente una ideología ni un régimen político, es algo más perverso y resbaladizo —es magia negra, compay. El totalitarismo cubano no se impone solo por la fuerza, no, qué va: eso es lo de menos. Es por el hechizo, por el brebaje ese que nos metieron desde chiquiticos en la cabeza. Un encantamiento colectivo del cual, aunque lo denunciamos, seguimos siendo devotos... como quien reniega de la abuela pero no deja de rezar el Padrenuestro.
El régimen es un fragmento pegado al centro magnético de nuestra atención, y nosotros, sin quererlo o queriéndolo demasiado (tú sabes cómo somos), orbitamos alrededor de ese imán como limaduras de hierro: indignados, críticos, exiliados, pero pegaditos, pegaditos, como tamal en hoja. Fieles a la liturgia de mencionarlo, invocarlo, y si nos descuidamos... hasta llorarlo.
No queremos saber nada de la represión (por favor, no me hables más de eso), afirmamos estar hartos, decimos que basta ya... pero ahí estamos, al pie del cañón —y no de los mambises precisamente—, haciendo de corte, prestando los minutos de nuestra vida —de nuestros programas, de nuestras conversaciones, de nuestras redes— para rendirle homenaje en forma de repulsa. ¿Publicidad gratis? La mejor. Cada crítica es una forma de marketing. Cada denuncia, un acto publicitario involuntario. No podemos salir del conjuro porque, en el fondo, nos encanta ser parte del drama. Somos los protagonistas de la novela que juramos no ver.
Y como si no bastara con el castrismo (que ya es bastante, mi hermano), ahora se nos cuela el wokismo, esa versión gourmet del totalitarismo emocional. Qué clase de potaje, caballero. Una religión sin dios, pero con inquisición. Con santos mártires certificados por hashtags y penitencias pagaderas en likes. Nos exige pureza moral desde el sofá, reparaciones históricas desde el Wi-Fi, y nos convierte a todos en sospechosos si no repetimos el mantra del momento. Ponte el filtro correcto o te cancelan.
Es el nuevo opio de las buenas conciencias: anestesia que adormece el pensamiento con una falsa superioridad ética y un miedo feroz a que te dejen sin followers. Lo peor: se vende como progreso, pero es solo otra forma de control, eso sí, bien maquilladita, perfumada y con lenguaje inclusivo.
Así fue como Radio y TV Martí, sin darse cuenta o dándose demasiado —porque aquí nadie es bobo—, comenzó a cavar su propia tumba al abrirle la puerta al wokismo como si fuera una renovación editorial, cuando en realidad era un asalto al cuartel de la conciencia. Entró como Pedro por su casa. En vez de resistir, entregaron las llaves del archivo moral al nuevo lenguaje del miedo.
La retórica de la libertad se llenó de pronombres neutros, la denuncia se volvió terapia, y la voz crítica —antes firme— terminó susurrando en inclusivo. De ahí en adelante, el mensaje dejó de ser amenaza para el régimen y pasó a ser entretenimiento... para las sensibilidades occidentales. Mucho Netflix, poca candela.
Como dijo Tancredi en El Gatopardo —ese sí sabía cómo se mueven las fichas—: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Esa máxima aristocrática la aplicaron sin pudor nuestros nuevos curadores del discurso: transformaron las formas para preservar el fondo; sustituyeron la confrontación con la dictadura por un simulacro de conciencia que tranquiliza, pero no incomoda. En ese teatro, hasta la disidencia se volvió protocolo. Hasta los gritos vienen ya con formato y moderador.
Somos tan populistas como ellos. Reaccionamos con idéntica teatralidad, con el mismo tono encendido, con la misma coreografía binaria de pueblo y traición, de víctima y enemigo. Nos oponemos, sí, pero como se opone un personaje de novela a su autor: en el fondo, necesitándolo. No hay patria sin show, ni show sin nostalgia del verdugo.
Y mientras tanto... ¿a qué hora empieza el juego de pelota?





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Claudio Fuentes
Jamás el castrismo había sido tan premiado, legitimado, acompañado y asegurada su continuidad mutada.
Le han diseñado un enemigo como anillo al dedo: el "nuevo" anticastrismo woke, que ya viene empaquetado con su prensa anticastrista woke.
Que "magnánimo" sponsor para tres primos.
Igual el lado político "republicano" no se queda atrás en atrocidades:
El congresista "republicano" cubano americano Mario Díaz Balart, le presenta a Donald Trump, como reliquia de la cubanía y del coraje de lucha en el exilio, al chivato hiper mediocre "ex-castrista", pro-Hilarista y hoy "pro-trumpista" de Alexander Ota Ola.
¿A veces uno no puede evitar preguntarse, cúal de las dos cosas es peor, si el castrismo o toda esta comparsa woke que le ha servido como careta patriotera a tantos vividores y serruchadores de piso?

jueves, marzo 20, 2025

Cierran a Radiotv Martí pues solo la izquierda piensa en líderes y programas eternos


Cierran a Radiotv Martí pues solo la izquierda piensa en líderes y programas eternos, aunque no sirvan para la màs puñetera evolución informativa que lleve a cambio de mentalidad o a acciones. Serà leyenda: algunos q trabajan en la misma tienen un Juicio histórico pendiente.

Bukele responde a Claudia Sheinbaum

 


#ULTIMAHORA


Bukele responde a Claudia Sheinbaum presidenta de Mexico tras su comentario de que ella no violaba los derechos humanos y que ella sí era humanista haciendo alusión a Nayib Bukele

Sheinbaum:

“Él tiene su política y nosotros la nuestra, yo creo que el autoritarismo, y la mano dura llevan a consecuencias terribles y además de violación de derechos humanos”

Nayib Bukele no se anda con rodeos y dijo lo siguiente:

“cuando una organización criminal crece sin control y se apodera de territorios enteros, es porque tiene aliados en el poder. Su mensaje es directo y contundente: si un gobierno no puede erradicar el crimen, es porque el crimen ya está dentro del gobierno.”

¿A quién das la razón?

martes, marzo 18, 2025

salvar qué? MartiNoticias

 



Tenemos que salvar a . Sí, hay que salvar a la cadena insignia del "Exilio" que contrató a Antiamericanos, a Marxistas, a Castristas, y a Guevaristas, ignorando las denuncias de su audiencia y la burla que esto representaba para la comunidad cubana, dentro y fuera de la isla. Personajes como Miguel Alejandro Hayes que aparte de burlarse del exilio, de las víctimas de sus ídolos, y defender abiertamente al Che Guevara, también ha trabajado en el descrédito de las Damas de Blanco manipulando el discurso, el contexto, y hablando de legalidad dentro de la Tiranía. Personajes como José Jasan Nieves, figura fabricada por la inteligencia cubana junto a su esposa Elaine Díaz, ambos adoradores Castristas que han homenajeado a Fidel Castro, y que afirman abiertamente que harán lo mismo con Raúl. Todo esto mientras están al frente de , un proyecto de verificación de datos de . Dan asco todos ustedes, el "exilio" histórico, el actual, los líderes, los seguidores de los anteriores, los representantes cubano-americanos, y el resto de la masa subnormal que no se acaba de enterar que han sido utilizados por 66a y contando... cc: , ------- , , , , , , , , , y el resto de los cómplices del descaro.

El Moñe, la naranja, el dictador. Cambio y fuera

 


Al despertar, Doña Bárbara Valdés se encontró con una sensación extraña, como si el aire alrededor de ella hubiera cambiado. La pequeña habitación, otrora decorada con estanterías repletas de libros cubanos y tazas de café olvidadas, ahora parecía más densa, más pesada, como si una niebla invisible se hubiese asentado sobre ella.
Había llegado a la conclusión de que su vida, antes tan apasionada por la cultura cubana, había entrado en una fase distinta. El reloj en la pared había dejado de ser su aliado, el pulso de los segundos era ahora un eco lejano que competía con las voces que surgían de Martirio TV, la emisora a la que había dedicado tanto de sus esfuerzos. Esa misma emisora que, irónicamente, había pasado a ser su única tabla de salvación. Ya no eran los viejos círculos literarios ni las charlas intelectuales las que la nutrían. Había un contrato jugoso, un programa que la mantenía en la luz artificial de la fama fugaz.
Sentada frente al espejo, miró su reflejo: el rostro, cansado pero con un brillo raro en los ojos, mostraba una mujer en constante transición, como si la realidad misma la estuviera moldeando a su antojo. No había un regreso, no había marcha atrás. Había firmado. Había aceptado la regla tácita que en el fondo siempre había conocido: el que come, calla, y el que calla, sigue adelante. El programa que había comenzado a producirse en la oscuridad de su inconsciente estaba tomando forma.
De repente, una notificación interrumpió el extraño trance en el que se encontraba. Un correo electrónico, con el asunto que la hizo congelarse por un segundo: Ciclón de Ovas revela lista de intelectuales procastristas de Miami, apoya la decisión de Trump de congelar los fondos a Radio Martí y se arma una tremenda polémica.
El correo venía de un remitente anónimo, como una especie de sombra digital que se deslizaba entre las grietas de la red. El mensaje decía:
"Doña, el Ciclón está causando estragos, pero parece que le ha faltado el sentido de la proporción. Está llamando procastristas a todos los que defienden una visión de Cuba diferente a la suya. Cuidado, porque lo que va a provocar no es solo ruido, sino una verdadera tempestad que puede afectarlos a todos."
Doña Bárbara, que en su juventud había sido ferozmente crítica de Martirio TV, ahora se veía atrapada en una ironía grotesca: ella misma estaba dentro de esa misma maquinaria. No podía dejar de reír, pero esa risa no era sana, era la risa amarga de quien ha cambiado de piel y no sabe si le queda bien.
Y entonces, recordó las palabras de su abuelo: “El que no arriesga, no gana.” Esas palabras que una vez le parecieron vacías y que ahora resonaban en su interior como una condena, una condena que había aceptado gustosamente.
Sin embargo, en el silencio de su estudio, pensó en el Ciclón de Ovas, joven intelectual que desbordaba furia, que llamaba antitrumpistas a quienes simplemente pensaban diferente, y que ahora parecía ser el oráculo de la lucha cultural. Con su retórica afilada, el Ciclón había provocado que algunos se alinearan bajo su bandera y que otros se despojaron de la máscara de la moderación. ¿Qué quedaba de ella en este mar de conflictos y polémicas? ¿Acaso aún podría dar una lección sobre la cultura cubana, sobre las raíces, o ya se había perdido en la lucha por el reconocimiento?
Se levantó, y, como si un viento invisible la empujara hacia la ventana, miró hacia el horizonte. La ciudad de Miami, lugar que siempre había visto con escepticismo, parecía ahora más distante que nunca. La imagen de su programa, "La libertad es una librería", revoloteaba en su mente como una bandera deshilachada. Cada vez más, sus palabras se parecían a las de otros, a las de la misma emisora que antes había criticado. La ironía de todo esto no le era ajena. De hecho, la sentía como un peso insoportable sobre sus hombros.
Cerca de la ventana, en una vitrina polvorienta, descansaba un telescopio antiguo que había adquirido en su juventud. Ese telescopio, que había exhibido con tanto orgullo, parecía hoy un símbolo del tiempo perdido. Aunque ya no lo usaba con la misma frecuencia, de vez en cuando le permitía observar, no el cosmos lejano, sino la ciudad que se extendía ante ella: Miami, la jungla urbana llena de promesas y decepciones. En esa tarde, tomó el telescopio con manos temblorosas y lo dirigió hacia el horizonte.
A través de la lente, Miami se desdobló ante ella, un mar de edificios que se fundía con la niebla del atardecer, donde los coches se deslizaban como sombras entre las avenidas. En la distancia, vio el resplandor de Marti Noticias, la emisora que tanto había denigrado, ahora volviendo a sus pantallas, como una tentadora cárcel mediática. La imagen de su programa, "La libertad es una libreria", apareció borrosa en la lente, un reflejo distorsionado de lo que ella pensaba que representaba. La nada cotidiana de su programa —símbolo de la lucha por la cultura cubana— parecía ahora una caricatura que se repetía una y otra vez en la pantalla, proyectada sobre una ciudad que ya no la comprendía.
La ironía, sin embargo, fue aún más profunda: A Martirio TV le habían retirado los fondos de manera abrupta, sin previo aviso, como si la cadena, que antes había sido el motor de la lucha cultural cubana en el exilio, se desmoronara de golpe. Aquellos que antes sostenían el pedestal mediático sobre el que se había erigido la emisora, ahora se veían alejados, dejando a la Doña en la penumbra de la incertidumbre.
Los programas que alguna vez llenaron de orgullo a la comunidad cubana en Miami, que se habían convertido en faros de resistencia ante el olvido, eran ahora apenas ecos de lo que habían sido. El Ciclón de Ovas había dado la campanada, desbordando todo intento de moderación con su narrativa impetuosa, y Martirio TV había caído víctima de la misma locura que él provocaba. El círculo cerrado de la industria mediática cubana en Miami se había transformado en un caos, y la Doña, al igual que muchos otros, fue arrastrada en el remolino.
Lo que más la había desbordado, sin embargo, fue cómo el Moñe, el mismo que había prometido apoyo económico y visibilidad para sus proyectos, había barrido con los fondos, llevándoselos como si nunca hubiera existido ese pacto tácito. Martirio TV, ahora despojada de la impiedad que alguna vez adornó sus programas, se encontraba huérfana de los recursos necesarios para continuar con su misión. De un golpe, todo lo que había sido parte de su vida profesional se desmoronó como un castillo de naipes.
La Doña se sintió traicionada, como si todo aquello por lo que había luchado fuera un espejismo que el Moñe había borrado sin remordimiento. Y la ironía se instalaba en su pecho, como una espina que no podía arrancar: aquel hombre que representaba la nueva oleada del poder cubano en el exilio, ahora la dejaba en la intemperie, relegada a la periferia de una historia que ya no la necesitaba.
Doña Bárbara no pudo evitar sentir un rencor palpable hacia el Moñe. El mismo que una vez le había asegurado apoyo en nombre de Martirio TV, el mismo que había prometido que los fondos para sus proyectos de cultura cubana serían inquebrantables, y que, sin embargo, ahora no solo le había retirado los recursos, sino que había permitido que la emisora quedara despojada de toda impiedad, vacía de la libertad que alguna vez pregonaba. El Moñe, con su actitud fría y calculadora, había barrido con todo lo que ella había construido, llevándose consigo los grants que tanto le habían costado obtener. Era como si él hubiera cerrado una puerta que, antes, ella pensaba que siempre estaría abierta.
Se separó del telescopio, su mente en un torbellino. La ciudad que veía a través de la lente, ese Miami que tanto había querido entender, se había vuelto tan confusa como ella misma. Estaba atrapada en una narrativa que ya no le pertenecía, perdida en la misma maquinaria mediática que había combatido. Las contradicciones se apilaban sobre su conciencia como un muro cada vez más alto. El Ciclón de Ovas, con su ira desenfrenada, la mirada fija en el futuro, parecía ser la figura de la que ya no podía escapar. Su reflejo en la pantalla, la nada cotidiana en Marti Noticias, el programa que repitió hasta la saciedad… Todo le pareció una escena de teatro, una obra cuyo guion no había escrito, pero en la que era la protagonista.
La ventana cerró, y la luz del atardecer se desvaneció. En su lugar, una oscuridad persistente ocupó la habitación, como si el mundo que una vez creyó conocer se hubiera desvanecido en las sombras. Con una última mirada a la ciudad, Doña Bárbara comprendió que, como el Ciclón, era sólo una figura en el paisaje cambiante de la lucha cultural, condenada a repetir una historia que ya no podía controlar. Y en ese momento, comprendió que todo lo que quedaba era la lucha por seguir siendo relevante, aunque ya no tuviera nada nuevo que ofrecer.
El eco de las palabras del Ciclón la alcanzó una vez más: “El que no tiene de congo, tiene de carabalí.” ¿Acaso ella era un carabalí? ¿Un congo? O simplemente, ¿una pieza más en un juego que no lograba comprender?
La respuesta ya no importaba. Lo que quedaba era el reflejo de su propia contradicción, observada desde el mismo telescopio que una vez usó para mirar un mundo lejano, y que ahora parecía más cerca que nunca.
Fue entonces cuando vio al Moñe. Estaba sentado en la sala oval, en un rincón oscuro, rascándose la oreja. Esa oreja que un día había sido atravesada por un disparo en una protesta, un símbolo de los años perdidos y las luchas olvidadas. Su mirada estaba vacía, como si no le importara ya nada de lo que sucediera en la ciudad. Solo el gesto mecánico de rascarse la oreja, como si fuera un tic insostenible, definía su existencia en ese momento.
Doña Bárbara lo observó un segundo, y en su mirada vio el reflejo de su propia confusión. ¿Qué más quedaba por hacer? La respuesta se desvaneció junto con las luces de la ciudad.
Comenzó a recoger la mesa, dejó los libros en un lugar apartado, se puso delante de la computadora y empezó a escribir un artículo para El Debate. No había más nada que decir, ahora le tocaba su turno como escritora. Alzó la cabeza y miró por encima del Sena, recordando una frase que ya le había rondado en la cabeza: "Datos mata relato". El queso mata ratón. El Moñe, la naranja, el dictador. Cambio y fuera...