jueves, febrero 20, 2025

OFICODA cubiche

 


Por El ciclon de Ovas El Hombre Invisible


Según la meticulosa investigación del gran gurú de la eficiencia, Elon Musk—quien, entre cohetes y autos eléctricos, también desenmascara redes de financiamiento—ha salido a la luz esta pirámide del poder intelectual cubano versión grant-friendly. En la cúspide, la OFICODA cubiche, esa generosa dispensadora de subsidios con el noble propósito de "democratizar" Cuba (guiño, guiño), rodeada de sus capos y su leal clientela. Un ecosistema de iluminación y progreso, donde la meritocracia brilla… por su ausencia.

USAIN
NED
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🕵️‍♂️ Capo Ponte 🕵️‍♂️ Capo Bruguera 🕵️‍♂️ Capo Rojas
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INStar Diario de Cuba Hypermedia Rialta Estornudo
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In-Cubadora ADN Yucabey Árbol Invertido
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Carlos Aguilera Carlos Álvarez Norge Francis Sánchez
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Néstor Díaz de Villegas Chaguaseda Jorge de Armas
Pardo Lazo

martes, febrero 18, 2025

Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido: LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS

 


LA ÓPERA FÚNEBRE DE SACHA EN TRES ACTOS
Hemos reunido aquí, en este altar digital de Facebook, a la congregación de los deudos ilustres para despedir, con la debida solemnidad y su correspondiente dosis de postureo literario, a nuestro difunto de ocasión: Sacha, el mártir de las letras, el hombre que supo navegar entre aguas turbias sin perder ni su carisma oficialista ni sus amistades en la disidencia.
A lo largo de esta ceremonia, los dolientes se han expresado en un torrente de emociones para poner en escena una opera teatrar estilo isabelina. Unos lloran con discreción, otros con histrionismo, y los más astutos aprovechan la oportunidad para ajustar cuentas de última hora o soltar una lección de filosofía social. Que nadie diga que los cubanos desaprovechan la ocasión para soltar su monólogo.
ACTO I: EL PRÓLOGO DE LOS LAMENTOS
Sindo “Chivo” Pacheco, con la misma expresión que un presentador de noticiero a las 7 de la noche, abre la ceremonia con su emotiva reflexión: —De tranca. Buenas fotos para la historia. Gracias.
Y ahí lo tenemos: la elocuencia no hace falta cuando la tragedia ya habla por sí sola. ¿Qué más decir sobre Sacha que no haya sido ya dicho, no? ¡Ay, por favor!
Luego, Luis “Gato” Cino Álvarez, en un prodigio de equilibrio diplomático que ni el mismo Kofi Annan hubiera alcanzado, nos deja su testimonio, que no tiene desperdicio: —Lo conocí y hablamos muchas veces sobre rock y literatura. Sería oficialista, pero buena persona. EPD.
Ahí está, la clave del enigma: el oficialismo no le quitaba la virtud personal, porque a veces uno puede ser un desastre político y seguir siendo una persona decente, ¿o no?
Pero, claro, no todos se conforman con tan poco. Wilfredo “Búho” Cancio Isla, totalmente enardecido y con aires de sociólogo de la Cuba Profunda, se manda un discurso digno de tesis doctoral. Ahí va: —Es que eso creo que no se acaba de entender (o no se quiere entender por acá por el sur de Florida y hasta un poquito más arriba también)…
Y el hombre se lanza con todo a desentrañar la complejidad moral de la militancia partidista, lanzando una cadena de términos que bien podrían estar en una lista negra: "chivato", "arribista" y "dictadura de cerdos". Y uno se pregunta, ¿qué sería de nosotros sin la política? En esta tragicomedia, el verdadero villano no es la muerte, sino el contexto político que nos da de comer y de beber.
ACTO II: LOS RECLAMOS POST MORTEM
Entre sollozos y frases entrecortadas, una voz se alza con un reclamo que trastoca el guion preestablecido. José M. “Perro” Fernández Pequeño, con la angustia de un personaje de Dostoievski, nos grita desde el más allá: —Yo debí estar en esa foto y lo sabes.
Sí, en esta historia no basta con haber conocido al difunto; lo que realmente importa es la bendita foto del momento. ¡Que la posteridad se juegue en el encuadre y no en la memoria, amigos!
Josefina “Zorra” Ezpeleta, con una nostalgia bastante teñida de resentimiento, suelta su propia anécdota: —Yo también tengo una foto que me tomó alguien para hablar mal de mí. Ahora se lo agradezco, tengo al menos un recuerdo en foto de esa vez que en Tampa hablé con él. Nunca pensé que sería la última.
Un relato breve pero con su carga simbólica. La traición convertida en reliquia, la calumnia transformada en recuerdo. En fin, ¡qué maravilla!
Y no podía faltar el lamento místico de Gabriel “Cuervo” Cartaya, quien evoca la última reunión con un tono épico que haría llorar a cualquier persona normal: —Con la presencia amiga de Vázquez Portal, Sindo, Sacha (Pequeño acababa de salir), cómo no sentir la magia de la palabra y la risa de ese instante en que no podíamos presentir que sería la última reunión con el amigo escritor manzanillero. Hasta la eternidad, Sacha.
Porque claro, todos somos protagonistas en esta novela, incluso cuando ni nos enteramos de que estábamos en la escena final. Esta gente no tiene remedio.
ACTO III: LA RECONCILIACIÓN FINAL
Pero no todo va a ser tragedia. Algunos, en un arranque de generosidad que casi roza lo místico, aprovechan esta despedida para darse un respiro, y Alberto “Toro” Sicilia Martínez, en un momento que bien podría haber sido filmado por Hollywood, nos lanza su epifanía: —Pude despedirme, recordar tiempos hermosos y estar sobre las diferencias. De alguna manera logré dar un paso en el camino de la reconciliación que necesita nuestra nación. Gracias a la mayoría por el apoyo. Paz para mi amigo Sacha.
¡Que nunca falte el toque de redención política, hasta en los momentos más trágicos! Esas son las frases que te hacen sentir que la lucha vale la pena. Porque claro, hasta en la muerte hay que buscar el subtexto político.
Y así, entre EPD’s, lamentos, ajustes de cuentas y reflexiones filosóficas, concluimos este drama cubano en tres actos. Sacha, omnipresente en la memoria de estos dolientes digitales, habrá muerto, sí, pero su verdadero legado quedará en los comentarios de Facebook, donde la tristeza, la intriga y la vanidad compiten por el último aplauso.
P.D.: Para los que aún están sacudiéndose las lágrimas, conviene recordar que Sacha no fue precisamente un mártir de la resistencia ni un santo exiliado. No, señores, Sacha fue un agente del G2 con carné y sonrisita de burócrata, un distinguido miembro de la burguesía roja intelectual, un amante devoto de los dirigentes castristas (no en el sentido figurado, sino en el más tierno y servicial de los términos) y, sobre todo, un vividor y oportunista de manual.
Así que, mientras algunos aquí desgarran sus vestiduras en esta opereta digital, otros simplemente observan con la misma frialdad con la que él supo moverse entre privilegios, componendas y zalamerías revolucionarias. Porque en el teatro de la política cubana, siempre hay un actor que se muere en escena, pero la obra sigue igual de rancia.
Sic transit gloria mundi… y el carnet del Partido.

lunes, febrero 17, 2025

Rafaela Cruz: Que lamentable que esta sea la aspiración de tantos opositores

 


por El ciclon de Ovas El Hombre Invisible 


La Dra. Alina, en un gesto de valentía inusual dentro de Cuba, ha concedido una entrevista a Opción Marxista Internacional. En ella, ha hablado sin tapujos sobre la "crueldad" que sufre el pueblo cubano, denunciando la represión estatal contra los presos políticos y los ciudadanos disidentes, así como la crisis económica y social que asfixia al país. También ha calificado al régimen de "autoritario", lo cual, en términos de diagnóstico político, no deja lugar a debate.
Sin embargo, no puedo evitar percibir en sus palabras un pathos nostálgico, una añoranza de aquel marxismo idealista que impregnó las décadas del 60, 70 y 80, cuando el castrismo, a pesar de su control absoluto, al menos garantizaba, segun la Dra, ciertos derechos a la clase trabajadora y promovía una noción de justicia social. La Dra. parece aferrarse a la posibilidad de rescatar los principios clásicos del marxismo, como si aún fuera posible extraer de ellos lo mejor del socialismo para una Cuba futura.
Un discurso interesante, sin duda. Échenle un vistazo al video.

muerte de Francisco López Sacha en La Habana

 


Acabo de enterarme por las redes sociales de la muerte de Francisco López Sacha en La Habana. Mis condolencias a sus familiares, porque la muerte, aunque a veces parezca un alivio, siempre deja una herida en los que quedan. Que descanse en paz, si es que la paz es posible en una isla donde hasta los muertos siguen siendo parte del juego político.
No se trata de celebrar ni de lamentar demasiado. La muerte llega y hace su trabajo, implacable, indiferente a los méritos y los pecados. Pero hay algo que no puedo dejar de decir: Sacha fue un fiel escudero de la Revolución Cubana, un defensor de esa cultura que no es más que la coartada estética de un régimen opresor. Predicó un antimperialismo feroz mientras cruzaba el mar para visitar al monstruo y saborear unos buenos sandwiches cubanos. Porque, claro, la ideología es dura, pero el estómago es blando.
No olvidemos tampoco su papel en la feria-fraude del libro en Tampa, donde su presencia oficialista fue la chispa que encendió el fuego de los desencuentros. Fue la manzana de la discordia, el convidado incómodo que vino a recordar que el exilio a veces no es más que una sala de espejos donde la nostalgia y la complicidad bailan un bolero desafinado.
Y ahora, como en una tragicomedia escrita con tinta de olvido, muchos lo elevan al panteón de los héroes. Lo bonito es ver cómo lo vitorean desde el exilio, como si la historia fuera un carrusel donde siempre se vuelve al mismo punto: el de la ingenuidad, la memoria selectiva y la incapacidad de soltar los fantasmas.


Que los salve el diablo

 


Por El ciclon de Ovas El Hombre Invisible 


Me da una pena tremenda ver a tanto intelectual y bloguero de loquillo que ha perfeccionado el noble arte de cambiarse la casaca según sople el viento. Pobrecitos, unos asustados, otros resentidos, y los demás, simplemente perdidos en sus propias pasiones descontroladas. Me da lástima esa gente que un día se dio cuenta, sin que nadie se lo dijera, de que no tenía ni principios ni amigos de verdad. Y ahora sufren, porque ya no pueden ocultar su falta de talento ni sus vicios.
Me da pena el que se equivocó creyéndose un iluminado, el que se sentía un dios porque vivía de los grants, o de venderse bien en su blog, cambiando de imagen y reinventándose cada cinco minutos. También me dan pena los calumniadores, los que me llamaron fascista y me censuraron, los que se dedicaron a aplastar cualquier criterio alterno con tal de complacer a sus amos y asegurarse el cheque. Y hasta me dan pena los odiadores, esos que odian porque sí, y los que odian porque es parte del libreto del castrismo y del globalismo.
Los políticamente correctos, los falsos liberales, los neocastristas de manual, los tapiñados, los seudo y los neo, los pos y los pos-neo… ¡Dios mío, qué zoológico! Toda esa gente que se creyó que había llegado la gran hora de los Necios y que el soma correría como el vino en las bodas.
Y ahora los veo, merodeando por ahí, buscando una rendija para colarse, intentando otra vez su jueguito. Siguen vendiendo la misma porquería, solo que con otro disfraz. Siguen queriendo ser pajes, siguen repitiendo la mala cosecha de siempre, aferrados a la esperanza de que algún día alguien los redima. Pero no, no van a conseguir redención, no porque sean Caínes o almas errantes, sino porque son simplemente malas personas y personajes pasados de moda.
El tiempo de las miserias humanas y de las ideologías todavía sigue, pero el de ellos, el de su farsa, ya está en la cuenta regresiva. Y ellos lo saben. Nosotros, que hemos sido sus víctimas, también.
Que no los salve Dios. Que los salve el diablo.

domingo, febrero 16, 2025

#NotaInformativa Cuba

 


#NotaInformativa

En horas de la tarde de este sábado 15 de febrero, llegaron al Policlínico Andrés Ortiz, del municipio capitalino de Guanabacoa, tres pacientes, miembros de una misma familia, con síntomas de intoxicación. Poco después de su arribo a la institución médica, dos de esas personas fallecieron debido a la gravedad de su estado, el cual, presumiblemente, fue provocado por haber ingerido alimentos en cuya cocción se empleó sal de Nitro, pensando que era sal común. De acuerdo con la información ofrecida por el tercer familiar, se conoció que adquirió ese producto en la calle Compostela, del municipio de La Habana Vieja, en el entendido de que se trataba de sal común, lo cual se investiga. Otros dos miembros de esa familia están siendo atendidos en instituciones hospitalarias de la capital. Los fallecidos se nombran Doraima García Moroña, de 25 años de edad, y Nashlyn Salet Hernández García, de 5 años de edad. Declaró la Dirección General de Salud de La Habana. Lamentablemente puede haber otras muertes si la situación no se aclara de manera #URGENTE EPD las víctimas

sábado, febrero 15, 2025

Reverte se puso bravo, otra vez


 Reverte se puso bravo, otra vez:

"Después de dos décadas predicando lo contrario, los apóstoles del mundo feliz paritario e igualitario, la izquierda de nueva generación, canceladora, facilona y woke, se lleva las manos a la cabeza preguntándose cómo es posible, después de tanta doctrina y tanta píldora aparentemente tragada por todos, cuando la batalla parecía resuelta, que al barco del progreso humano le entre agua por todas partes y los demonios largamente denunciados se hagan con el timón de la nave, trayendo consigo sus ajustes de cuentas, rencores y represalias.
¿Qué ha pasado, cómo es posible? se preguntan esos imbéciles. ¿Qué es lo que ha traído a la ultraderecha en Estados Unidos y Europa, resucitando fantasmas que parecían bien muertos y bajo tierra? Miran hacia todos lados palpándose la ropa con estupor. Quién diablos nos ha robado la cartera, inquieren. Pero el único lugar que no miran es el espejo, hacia ellos mismos. A su estupidez, irresponsabilidad e ignorancia, cuando no deliberada mala fe, que convirtió a una ultraderecha antes inexistente en Europa, o más bien minoritaria o residual, en pretexto, en factor útil para su hipócrita ejercicio de oportunismo político.
¿Cuándo cuajó esa derecha europea radical y arrogante? se lamentan. Y la respuesta es aterradoramente sencilla: cuando la izquierda de nuevo cuño dejó de ocuparse de los trabajadores para abrazar e imponer, llevándola a extremos irracionales y ridículos"


Arístides, según nos cuenta Plutarco en sus Vidas paralelas, era un político ateniense. Sometido a una consulta popular para establecer si se le condenaba al destierro —ostracismo se llamaba a eso, pues se escribía el voto en conchas marinas y trozos de cerámica—, un ciego, que ignoraba quién era, le pidió que anotara por él su propio nombre. “¿Que te ha hecho de malo?”, preguntó Arístides mientras lo hacía. “Nada —respondió el ciego—. Pero estoy harto de oír decir que es una persona honrada”.

Hartazgo es la palabra: un término a menudo subestimado en política y otros ámbitos, pero cuyos efectos pueden ser lo mismo liberadores que tóxicos. De muchos hartazgos históricos surgieron derrocamientos y tiranías. Pocas cosas son tan ingobernables, por una parte, y tan manipulables por otra —si se cuenta con medios adecuados— como la reacción de las masas hartas de algo. O de alguien.

Asusta, y con razón, la ruidosa galopada reaccionaria que sacude Occidente. Después de dos décadas predicando lo contrario, los apóstoles del mundo feliz paritario e igualitario, la izquierda de nueva generación, canceladora, facilona y woke, se lleva las manos a la cabeza preguntándose cómo es posible, después de tanta doctrina y tanta píldora aparentemente tragada por todos, cuando la batalla parecía resuelta, que al barco del progreso humano le entre agua por todas partes y los demonios largamente denunciados se hagan con el timón de la nave, trayendo consigo sus ajustes de cuentas, rencores y represalias.

¿Qué ha pasado, cómo es posible? se preguntan esos imbéciles. ¿Qué es lo que ha traído a la ultraderecha en Estados Unidos y Europa, resucitando fantasmas que parecían bien muertos y bajo tierra? Miran hacia todos lados palpándose la ropa con estupor. Quién diablos nos ha robado la cartera, inquieren. Pero el único lugar que no miran es el espejo, hacia ellos mismos. A su estupidez, irresponsabilidad e ignorancia, cuando no deliberada mala fe, que convirtió a una ultraderecha antes inexistente en Europa, o más bien minoritaria o residual, en pretexto, en factor útil para su hipócrita ejercicio de oportunismo político.

¿Cuándo cuajó esa derecha europea radical y arrogante? se lamentan. Y la respuesta es aterradoramente sencilla: cuando la izquierda de nuevo cuño dejó de ocuparse de los trabajadores para abrazar e imponer, llevándola a extremos irracionales y ridículos —tan antiamericanos como son para unas cosas, y tan babeantes para otras—, la peligrosa doctrina nacida en Harvard y la universidad de Carolina en la que se fue apoyando poco a poco, extendida como mancha de aceite, tanta basura ideológica: penalizar la libertad individual en favor de la sumisión grupal, retorcer hasta la más grotesca exageración conceptos útiles, nobles y necesarios como izquierda, igualdad, paridad, feminismo, antifascismo. Y todo eso, imponiendo mediante las redes sociales un matonismo abrumador, un régimen dictatorial ante el que primero claudicaron los más débiles y luego nadie se atrevió a discutir. Lo define perfectamente mi amigo Juan Soto Ivars —uno de los pocos que en los últimos tiempos se han mantenido valerosamente libres—: “Nadie hizo nada porque contradecir la monserga provocaba señalamiento, etiquetado, vergüenza. Prefirieron ser discretos y que no les salpicara. Así se inundó todo. Es alucinante que auténticos liliputienses lograsen, con sus consignas rellenas de bilis, que multinacionales y gobiernos repitieran esa morralla. He visto a directores de empresa acojonados por las opiniones de una becaria y a profesores de instituto dando la razón al más gritón, arrogante y bobo“.

Y así ha sido, literalmente. Hasta las grandes y pequeñas empresas e industrias internacionales, atentas siempre a cuanto signifique negocio, subieron a ese tren para asumir las consignas del momento con verdadero entusiasmo —la hipócrita fe del converso—, alardeando de ser más feministas, más paritarias, más inclusivas, más políticamente correctas que nadie. De ese modo, también lo woke ha sido pingüe negocio durante todo este tiempo. Bajo la dictadura de pandillas digitales que en las redes sociales fingían ser masas populares, mediante la infiltración y control de organismos del Estado, centros de trabajo y universidades, los paladines de lo woke lincharon a todo aquel que no se plegaba a la nueva dictadura: a quien no llamaba niños a delincuentes de dieciséis años y un metro setenta de estatura, a quien, sin dejarse influir por el miedo o la alienación ideológica, decía camionero en vez de transportista, inmigrante en lugar de esa gilipollez de migrante, alumnos en vez de alumnado, o hablase con naturalidad de padres sin precisar que hay parejas de padre y padre, y de madre y madre, o de sexo fluido, o de lo que carajo sea. A quien, en el humilde colegio de su pueblo, en vez de imponer la lectura de una autora feminista o un mediocre autor local —al que no lee ni siquiera el profe— proponía a Homero, Jorge Manrique, Cervantes o Pérez Galdós. A cualquiera que cuestionara, en fin, el lenguaje impuesto y las narrativas oficiales. Consiguiendo, de ese modo, la sumisión cómplice de los cobardes y el silencio cauto de los reacios a buscarse problemas, amordazando a la prensa escrita y digital, convirtiendo los centros escolares en escenario —teatral es el adjetivo adecuado— para chicas arrogantes, crecidas en su poderío, y para chicos atemorizados y confusos hasta el disparate, desconcertados primero y rencorosos después.

El caso, patente hoy, es que esos idiotas o canallas repartieron certificados de democracia, de solidaridad, de igualdad; decretaron un multiculturalismo postizo e imposible, acomplejado ante el radicalismo islámico —profesoras con velo dan clase a niñas europeas y la tumba de Carlos Martel en Saint-Denis necesita protección antiterrorista—. Dictaron una manera determinada de ser y de pensar, atormentando a sus víctimas con escraches infames. Impusieron a toda costa su lenguaje, a menudo impostado y absurdo, desafiando no sólo las normas sabias de las academias, sino el más puro sentido común. Se granjearon, en fin, después de calzarnos tanto miedo y tanta basura, la antipatía de la gente normal e incluso el rechazo inteligente de algunos de los colectivos a los que aseguraban defender.

En España, naturalmente, nuestra nueva izquierda —la que en su inculta fatuidad reniega de Julio Anguita y de Felipe González— se puso a la cabeza. Se erigió en administradora única del negocio, y utilizó la palabra negocio con absoluta deliberación. La cosa empezó con lo normal, lo razonable, lo necesario, la paulatina toma de conciencia de que hay vicios sociales intolerables. ¿Quién, salvo una bestia reaccionaria, no iba a asumir y apoyar eso? Pero el asunto exigía, por razones tácticas, tener un monstruo enfrente; y si éste no existía o no era lo bastante poderoso, fabricarlo. Engordarlo bien. De ahí la magnificación de una derecha extrema que antes apenas pesaba en la vida pública, y que ahora abunda en los telediarios y que incluso se ha creído de verdad a sí misma, alentada por individuos de la catadura del tal Buxadé o el siniestro Herman Tertsch. Pero al principio no era así, y de ahí proviene el apunte tóxico, el señalamiento, el adjetivo fascista aplicado a cualquier desacuerdo, cualquier disidencia, cualquier reacción opuesta, por argumentada y razonable que fuera o sea. De ahí, en fin, la equiparación de unos con otros, la cancelación, la prepotencia y la venganza, las campañas desencadenadas incluso contra las personalidades de izquierda o periodistas que, como mi también amigo Antonio García Ferreras y otros comunicadores e intelectuales brillantes, no quisieron marcar a ciegas el nuevo paso de la oca que ordenaban desde el mostrador de la taberna Garibaldi. Sicarios de esa izquierda dogmatizaban y acusaban, y siguen haciéndolo, en los medios digitales y las tertulias radiofónicas y televisivas. Y tan agresiva dictadura acabó envileciendo palabras nobles y perjudicando luchas justas.

Al final, claro, se acabaron viendo las costuras: la hipocresía y el turbio sesgo de quienes pontificaban, calumniaban y señalaban. El hermana yo te creo de Irene Montero y sus violadores liberados por la nueva ley, el chúpame la minga de Pablo Echnique, la venenosa bajunería y mala índole de Pablo Iglesias, gallito del harén, que las azotaría hasta hacerlas sangrar —prepárense, pues se dispone a volver mediante señora interpuesta—, el ridículo lenguaje cursi-infantil de Yolanda Díaz, el farisaico pseudofeminismo del hoy cancelado y escondido Peio Riaño —patético agitador cultural que sostenía que los cuadros de El Prado son machistas—, el enhiesto miembro viril de Íñigo Errejón y tanta basura, tanto camelo barato, tanta mierda empaquetada para su venta a granel por ciertos medios informativos digitales que, con eso y alguna ayudita financiera extra, se ganan la vida. Y de nuevo recurro a mi querido Soto Ivars para expresar lo que yo no diría mejor que él: “No creían verdaderamente en nada de lo que decían: eso lo supimos más tarde, cuando fueron despeñándose. El daño que han hecho a los colectivos que supuestamente defendieron todavía no se puede medir; hay que esperar a conocer la temperatura exacta de la reacción furiosa que han despertado. Lo indiscutible es que quebraron el progreso. Las sociedades occidentales eran cada vez más igualitarias, inclusivas y diversas, pero ellos no podían vivir sin su batalla. Ahora, a saber qué pasará“.

Y lo que pasará, lo que inevitablemente tenía que pasar, está pasando. Que las grandes empresas norteamericanas como Disney, MacDonald’s, Harley Davidson, Ford, Meta, Cartepillar, Amazon, bancos poderosos y fondos de inversión —los europeos irán detrás, como siempre— empiezan a adaptarse al nuevo clima político; y en parte por miedo a las represalias de la derecha emergente y en parte porque comprueban la temperatura, templan el vocabulario y retiran dinero de campañas que antes apoyaban. Atentos al sentir pendular de su clientela, se desmarcan cada vez más de esas dos décadas de presión y sobreactuación insoportable. O sea que, en mayor número, los ciegos atenienses piden a Arístides que escriba su propio nombre en la concha y se vaya a hacer puñetas. Y lo hacen como era previsible —y temible— que lo hicieran: yéndose peligrosamente al otro lado, propiciando el resurgir en España, en Europa, en los Estados Unidos, de un ultranacionalismo conservador, crudo, arrogante, agriamente populista, al que ahora se acogen los cabreados y los desesperados, los fatigados de tanta demagogia y tanto cuento chino; no sólo para darle su voto, que, al fin y al cabo, de eso trata la democracia, sino para confiarle la revancha, la venganza contra todo aquello que semejantes cantamañanas les hicieron engullir durante veinte años. Por los daños irreparables causados, por la incertidumbre y el disparate.

Nada tranquilizador, desde luego: se avecinan horas negras, y Trump de nuevo en la Casa Blanca es el más perverso ejemplo. Pero lo peor del asunto es que los mismos que, allí y aquí, hicieron posible la tormenta se proclamarán ahora más necesarios que nunca, postulándose a sí mismos para combatirla. Seguirán ahí esperando otra vez su hora, confiados en que el futuro péndulo de la Historia los favorezca de nuevo entre los escombros del mundo razonable que tanto han contribuido a demoler. Al fin y al cabo, las ratas son los únicos animales capaces de sobrevivir a cualquier desastre.