La isla que tranquila cala en medio del regocijo de quienes pronto la retrataran como turistas y un poquito más tarde no sabrán de donde sacar dinero para mantener "las necesidades cada vez mas crecientes de la población”, incluida la de hablar, (que cuesta carísima).
Muchos desean convertirse en “el Salvador del paquetico” por ese culto mesiánico al venido de afuera. El “quedao” estará contento, hasta el próximo abrazo le esperan largas noches de sueños, discutideras por la propiedad de pacotillas; habrá, quizás laptop, rueda de bicicleta, zapatico y sopa en sobre multi –vitaminada.
El que no tenga su salvador, escupirá en las aceras y bajara la cabeza cuando sienta su olor.
El salvador pasara después del embullo, de un trabajo a otro para pagar su puesto de viajero, su condición de mochila y la isla seguirá ahí, orgullosa, casi destruida pero flotando en el Caribe, a merced de los vientos, de los golpes caprichosos de sus gobernadores, dejando pasar el airecillo a las celdas donde duermen hombres que creían en las palabras democracia, libertad.
Y todo esto, cuando “el de arriba” no ha dicho si está de acuerdo!!!!
Otra vez los cubanos con las bocas abiertas y las manos ocupadas - omito en qué, pues es un espacio público-, esperan el milagro.
Creyentes de intensa fe, demostrada en medio siglo vigilan las tarifas de los viajes que les llevaran, de vuelta al paraíso. El cambio, el famoso cambia se prepara? Tras una visita sorpresa, cámara en mano, visité el Taller de Dios, y les juro, por mis años como periodista que todo está en calma.