Cuando naci ya estaba el mito y lejos, a unas noventa millas existían hombres que se dedicaban a desacralizarlo. Sus voces me llegaban en sordina, imperceptibles se borraban bajo la lección diaria de la maestra que repetía un cuento de leyenda: “fueron unos pocos, subieron la escalera que daba acceso a un cuartel, lo tomaron, estuvieron después en una isla de tesoros, encerrados en un presidio modelo, luego regresaron en un barco, eran pocos, como los apóstoles y se quedaron…”
Los carteles, los altavoces, todo me llevaba a creer, que eran jóvenes, valientes que movían masas, repartían, y trabajaban la mesa como los primeros cristianos, pan y agua para todos. En qué lindo país había nacido que tenía tantas leyendas y los ojos del mundo posado.
Pero “algo” no cuadrada en la historia, de tiempo en tiempo una página hablaba que “El” se había cuidado de las balas, que una vez montado en el tanque y con la barba crecida, fue exterminando a los que tenían en los ojos una mirada de duda, o deseaban decir…y para ello no dudaba en fusilar al amanecer, mientras creaba un ejército de perros cancerberos que hacían de la isla un retrete para sus enormes defecaciones de ideas.
Hubo años en que la escenografía traída del Este, ponía el Malecón de un color raro. Y todo fue confuso, entre lo poco que se llevaba a la boca, se salía a excavar túneles pues atacarían “los malos”, o se marchaba, o se interrumpía el sueño, el descanso con cualquier bobería de “ELLos”, los intocados dioses del Caribe, los” justos” y desalmados que vendían palabras y palabras de propaganda, a cambio de almas.
Aquellas voces que protestaban seguían, se lanzaban, chocaban con una resistente barrera, especie de letargo en que se sumían todos los que se atrevieran a mirar o escuchar durante segundos a los penetrados de “tal valor”, que cualquier pensamiento extraño te valía reprimendas.
No fueron unos diez años, ni veinte, va por medio siglo. Deben haber sido unos niños demasiado malos esos dos, cuando todo tramaron y pactaron prostituir una nación, vistiéndola de andrajos, cortándole la cabellera de brisas, no dejando salir, ni entrar, quitando el derecho de ser a quienes en esa tierra habían nacido; el derecho a la inconformidad, a pedir un espacio neutro donde respirar.
Los atropellos inmensos se resumen en cortar lengua, mano y pie, para que no se diga, no se marche, no se haga nada contra su voluntad; mientras comecatibias de todo el mundo siguen repitiendo el cuentecito de los justos semidioses que habían tomado el poder y ahora lo reparten como supositorios erizados de espinas que pueden insertarse por cualquier hueco disponible en la anatomía humana.
Hay cuentos que ya no se pueden repetir; y ciegos de tan poca estima que les dejan pasar esta franquicia de tiempo donde han matado a la patria, han desposeído a sus ciudadanos y el monstruo sigue carcajeándose en las noches cercanas a cualquier fecha de su mito.
Yo me he escapado, de esta parte del planeta les miro; las voces de mi infancia que se sublevaban me son cercanas. Allá tengo a mis padres, a mis hermanos, a muchos amigos muriéndose sin saber si el mar será de todos un día, y habrá abrazos para el que ha partido cansado de tanta inhumana existencia.
El pan sigue a pedacitos, la ropa se hace escasa, lo que hacía catalogar al pueblo como alegre es solo una carcasa que supura. Incomprensión, destrozo, negocios de toda índole. Los prisioneros de la isla en células medievales se hacen sombra; algunos opositores reclaman sumas para ponerse a gritar; a otros solo le importa que llevar a la boca, o dejar pasar, cada vez que a un olvidadizo repite la misma estrofa “dialogo”. Dialogo con quien, para qué? Ya no están cansados, todavía desconocen que con los monstruos solo hay una ley, alabarles hasta el desmayo o perecer.
Surgen otros dioses, cualquiera puede ser santo en esa porción humana que se ha acostumbrado a esperar milagros. Qué pérdida de tiempo, El, el más viejo pasa, delante de todos, el poder a su hermano, pretextando dolores de vientre, los hijos de ellos siguen apoderándose de mercados y posiciones y esta intoxicación de oprobios no parece acabar, tantos hacen negocios y obtienen ganancias en la causa de liberar.
Y los justos ahí, mirando con ojos húmedos el mar, a ver si alguien saca un germen, de esos encerrados y da el golpe que les espante, a ver si alguien se suma y pasa algo diferente. Los 26 años se han ido para muchos en canas de lejanía, y el deseo enorme de recobrar forma humana.
Esto pasa con los mitos, como con los veranos largos, las manos se bajan y acarician la cabeza de los niños que ya solo se imaginan que los padres nacieron en una tierra de oscuros presagios , a la cual, por no sé qué causales no pueden regresar. Quizás, si otros me siguen el próximo 13 de agosto, cumpleaños de El viejo que formo todo este recontar, me dé por fastidiarle el aniversario y llenar la web, anunciando su muerte definitiva de la historia cubana.
Muerte a la bestia y cambio ya.
Les invito a visitar http://cubaout.wordpress.com/2009/07/26/cuba-mitos/ con importantes videos sobre los Mitos del Moncada. y a leer en Cubainglea ,el articulo "Penélope y los imitadores", de Armando Añel